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72 REVISTA ESPAÑOLA DE TEOLOGIA.-Tarsicio de Azcona Ningún documento ni ningún contexto exigen ni hacen posible dar un paso adelante para identificarlo con la posterior invocación me– dieval de María del Pilar. Voluntariamente pasamos por alto áreas importantes de dicha in– vocación. No hemos pretendido sino señalar algunos caminos sin salida posible e intentar otros viables, sobre todo mirando a dejar bien asentado cómo aparece y arraiga el culto mariano bajo la advo– cación del Pilar. Conocemos los mil principios, quizá reductos, en los que se atrin– chera quien defiende una causa histórica semejante. La tradición exige argumentos serios en contra para ser desbancada. Esto se ha qicho, se dice y se dirá mil veces y de mil formas distintas, para con– cluir con una especie de consigna con la frase acuñada: ¡Sta,ndum est pro tra,ditione! 43 Quizá no se piensa en que ésa es la cuestión: demostrar que hasta tiempos medievales existió tradición. Para si– glos más recientes y modernos el culto pilarista no necesita ninguna demostración. No estará de más colgar a ese principio los flecos de unas alusio– nes muy simples. Diversas regiones europeas han conocido semejan– tes problemas a la hora de sentar sus orígenes cristianos. Los han ido resolviendo con una metodología histórica elemental más que con razones no históricas y sin que se haya producido ninguna convul– sión en la fe de los mismos 44 • Es bien sabido que al padre García Villada no vio claro el proble– ma histórico pilarista e insistió en el hecho religioso : "En fin de cuentas, y prescindiendo de la crítica y de sus resultados, lo que en el Pilar veneran los fieles es a la santísima Virgen, y esto desde tiem– po inmemorial..." 45 Se encargó de rebatirle uno de los historiadores serios en el tema, que terminaba así la respuesta: "No nos satisface éste 'en fin de cuentas'. Si la Virgen del Pilar no vino a visitar a Santiago, su santuario seguirá siendo sin duda el principal de Ara– gón; pero los catalanes harán bien en preferir el de Montserrat y los castellanos el de Guadalupe, que tuvieron más importancia en su respectiva historia" 46 • Cualquier lector comprende que en esta apre– ciación las aguas han desbordado, por desgracia, el cauce de la his– toria. 43 T. Ayuso ).\1:arazuela, •standum est pro traditione', Santiago en la Historia de España 83-126. Investigador notable en la historia del texto sagrado sabe buscar los fallos del argumento negativo; en cambio, no ofrece argumentos para que la inves– tigación se quede donde está, siguiendo la consigna del titulo. 44 Como ejemplo queremos referirnos a dos estudios: J. F. Rivera Recio, •Autén– tica personalidad de san Eugenio I de Toledo', Anthologica annua 12 (1964) 11-84, donde se trata de la leyenda de Dionisio areopagita, que habría enviado a san Eugenio a Toledo, leyenda que se rebate documentalmente. H. Gregoire, Les persécutions dans l'empire romain (Bruxelles 1964), donde defiende, 96, la evangelización tardía de las Galias, no obstante las leyendas recogidas por san Gregario de Tours. 45 Citado por N. Pérez, Apuntes históricos 353. 4G N. Pérez, Apuntes históricos 353. No es del caso recordar la polémica literaria sostenida en torno a la patrona de la hispanidad, entre Guadalupe y el Pilar.

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