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qué es". E. Nícol invierte, así, los términos tradicionales de la metafísica: la forma común de ser del hombre es lo primariamente conocido, mientras que el modo indivi– dual se conoce después y nunca del todo. Entre las cosas mediante las que el hombre se expresa está el lenguaje. Si se atiende a su problemática semántica, la posibilidad de que una palabra sea significativa deriva de una relación que por ella se establece entre el su– jeto que la pronuncia y el que la comprende o interpreta. En efecto, el fun– damento del significado en las palabras radica en dos motivos importantes. El primero es que los dos interlocutores significan. Es decir, intercambian en– tre sí signos verbales. El segundo, indica que estos signos verbales cobran carácter de signos porque son unívocos respecto a una realidad común a los interlocutores. La palabra "moneda" es signo o significa la realidad moneda, porque tanto el que habla como el que escucha se refieren unívocamente a eUa mediante la prolación del término "moneda". Por ello, el sentido de las palabras obedece a un consenso. Es un sentido consentido por la comunidad idiomática. La significatividad tiene en la comunidad su lugar natural, su ori– gen, fundamento y explicación. En este punto, vistos los componentes constitutivos de la expresión, con– viene para acabar este apartado hacer unas breves acotaciones. E. Nícol parte de una intuición privilegiada: la expresión como determinante originario del ser. En consecuencia, hablar de la metafísica del ser es hablar de la expresión. Ahora bien, para que la expresión sea tal ha de tener sentido y la región ontológica del sentido hay que ubicarla únicamente en el hombre. De aquí, que éste sea el ser de la expresión con sentido. Y de que la metafísica des– canse en raíces antropológicas con todos sus agregados: libertad, historicidad, veracidad y eticidad. Para que la metafísica sea de la expresión, E. Nícol debe recorrer los mo– mentos principales de la definición clásica escotista de esencia: "primum constituens", "primum distinguens" et "quod est radix coeterorum omnium". La expresión no es, así, un rasgo propio del hombre sino que es su determi– nante constitutivo óntico fundamental, del cual derivan todos los demás ca- racteres y él es, a su vez, su diferencia radical de las demás cosas. · El pensamiento de Heidegger es la filosofía de la que en el fondo se parte y a la que se hace más veces referencia como objeto de crítica. Todo pensa– miento nuevo consta de dos dimensiones. Una, aquella en que se critica las filosofías anteriores. Otra, en la que algo de las filosofías anteriores es acep– tado y superado con nuevas aportaciones. E. Nícol, a este respecto, no es ninguna excepción. La verdad apofántica del ser de Heidegger es superada por su ubicación en el hombre comunitario, una de cuyas manifestaciones expresivas es el lenguaje. Por otro lado, el ser se reduce al ser-fenómeno, al ser-que se expresa. La otra coordenada de E. Nicol, respecto a Heidegger,

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