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EXPRESION Y SIMBOLISMO 265 ser natural, sino histórico. Pero su historicidad es algo que se concluye o aflora a la periferia desde la profundidad del movimiento de la unicidad de la vida humana. Precisamente el movimiento expresa el modo de estar en una situación. Y, cuando en el movimiento aparece el hombre, el movimiento cobra sentido. 2. Sentido y comprensión de la expi-esión humana Ante todo, el sentido de que aquí se habla se distingue netamente del significado y de la problemática lingüístico-,semántica que éste comporta. Según E. Cassirer, el sentido pertenece en los comienzos míticos a la esfera de la existencia. Y forma el contenido de la misma. Estas ideas pueden introducirnos con éxito en el pensamiento de E. Nicol, ya que éste afirma que el sentido es algo inherente a la forma de ser y al modo de existir del hombre. La especulación de Nicol sobre el sentido podría simplificarse en los dos grandes principios que abarca y que se complementan: el de la indife– rencia y el del sentido. El principio de indiferencia dirige la región ontológica en la que los seres no se sienten afectados por los demás seres, sino que en ellos es verdadera la expresión de Leucipo : "nada sucede por azar, sino según razón y de modo necesario". Razón y necesidad se unen en larga tradición filosófica que con– duce a Leibniz a explicar el principio de razón suficiente por el de razón determinante. En efecto, si ésta es la que determina a priori por qué existe lo que existe, y por qué existe de este modo y no de otro, entonces, tenemos que lo que existe de tal manera es, en sí mismo y constitutivamente, indife– rente para cualquier otro significado que no sea el suyo propio. Su razón es su necesidad y ésta forma su "único significado". Carece de libertad y, por ello, carece de sentido. Por el contrario, si algo tiene sentido en el universo, este algo ha de pertenecer al orden ontológico de la libertad. El hombre, antípoda de las cosas naturales que obran según necesidad determinada por la razón, es el ser que se siente afectado por el ser ajeno, sea éste ontológicamente extraño, sea prójimo o semejante. La sola idea de que su propia existencia carezca de sentido por tener un único significado le produce zozobra y angustia. Y al afirmarse a sí mismo, como libertad, se siente como un "extraño" entre las cosas, "perdido" en la inmensidad del universo. La libertad sólo puede ser atributo de un ente ontológicamente insuficiente, menesteroso de más ser. Esto es lo que hace que la libertad humana implique un condicionamiento y una limitación original. Uno es hombre, inicialmente, pero no de manera cabal y completa. La piedra es sólo piedra y lo es desde el principio plena– mente. El hombre no es en sus comienzos todo lo que puede llegar a ser, ha de ir realizándose biográficamente en el tiempo merced a sus opciones y decisiones. Merced a su vocación. De esta manera, el principio del sentido recae sobre lo constitutivamente libre, mientras el de indiferencia sobre lo carente de él. Así, el ser del sentido contiene en sí mismo, por ser tal, la ;,osibilidad de múltiples sentido y en él reside la posibilidad radical de petder el sentido, de estar existencialmente desorientado, de no saber cuál es el sentido del sentido, o sea el sentido de su propio ser.

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