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Dos mentalidades en la idea del Bien segó.u S. Büenaventurá 125 Prefiero esta fórmula a la más usual de panteismo emanatista. Pero en una formula o en otra es cierto que en este sistema no hay el mínima puesto para la acción personal. El Uno se desborda y surge .de el movimiento necesario que en gradación descendente llega a todos los seres. A este descenso sigue la necesaria vuelta ascendente. En el hombre e~ta vuelta ascendente adquiere tonali– dades muy peculiares, al ser éste impelido por el éros a retornar al principio de donde salió. Pero en su vuelta el hombre se siente siempre solitario, incapaz de dialogar con la realidad última hacia la que sube. En esta elevada planicie metafísica en que nos hallamos hay que situar el famoso principio Bonum est diffusivuin sui, tan pre– sente en toda la corriente neoplatónica, pero especialmente en el Corpus Dionysiacum 14 • Sólo en esta planicie se la puede compren– der explicar y matizar. Comprender en cuanto proviene de la con– cepción platónica del Bien, que _se da y se comunica. Explicar, por cuanto ha dado pie para que hasta el misterio más hondo del Cri– stianismo, el misterio trinitario, se le haya visto conexionado con este principio. Matizar, ya que el pensamiento teológico no ha po– dido aceptarlo en su pureza fontanal, sino que ha tenido que aco– plarlo a las exigencias cristianas. Ahora bien; nos parece que la principal corrección que se dio a este principio por los pensadores cristianos consistió en limpiarle su limo de panteismo dinámico, esencialmente impersonalista. San Agustín halla otra fórmula sen– cilla y sublime para expresar la difusión del Bien: « Quia bonus est Deus sumus» 15 • Aquí el Bien adquiere un sentido totalmente personal, ya que San Agustín lo contempla en Dios que se da y se comunica en la mañana de la creación. Tan personal es concebido aquí el Bien que se l;lalla en Dios que éste entabla con su creatura, el hombre, un encantador diálogo desde las primeras páginas bíblicas. Ahora tenemos que añadir que San Buenaventura retomó y retocó muy profundamente este principio: Bonum est diffusivum sui. San 4gustín sin conocerlo, se limita a exaltar la bondad de Dios totalmente b~névola, quien por pur liberalidad lo crea todo. Pero San Buenaventura, con piadoso atrevimiento, se vale de este prin– cipio en su intento de auscultar el misterio trinitario. En este mo– mento de nuestro estudio su reflexión teológica en el capítulo VI 14 Los PP. Editores de Opera Omnia S. Bonaventurae (Quaracchi, t. I, p. 804, n. 6) afirman que este princiipo « quoad sensum » está tomado del Pseudodionisio. 15 San Agustin, De Doctrina Christiana, lib. I, c. 32, n. 35 (PL. 34, col. 32).

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