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120 Rivera de Ventosa Enrique Platón de su escuela. Por este motivo, nos limitamos en este estudio al platonismo para hacer ver cómo San Buenaventura lo asimila y, al mismo tiempo, para mostrar lo fácil que le fue dar un salto metafí– sico desde las fórmula impersonales platónicas a una doctrina per– sonalista que tiene su cúspide en la interpretación trinitaria de las personas divinas desde la idea de Bien. El que ni Santo Tomás ni Duns Escoto siguieran a San Buenaventura en esta vía llamada de las « rationes necessariae » en pro del misterio trinitario nos hace ver cuán piadosamente atrevido fue el gran doctor franciscano. Por esta vía de piedad y de razón quisieramos seguirlo en esta meditación por los altozanos de la metafísica y de la teología. J. - DEPENDENCIA Y CONFLICTO DE SAN BUENAVENTURA CON EL PLATONISMO En nuestro estudio de 1975, con este título no del todo adecuado, El amor personal en la metafísica de Platón 2 conclusiamos que en este filósofo griego el amor personal es casi inexistente. Si en el diá– logo Lisis todavía el amor personal tiene presencia en la exposición que se hace de esa relación tan humana que crea la amistad, el amor impersonal domina la mente de Platón desde el momento en que la fuerza omnipotente del eros impulsa al amante a ir en pos de la Bel– leza Eterna. El amante la atisba en sus reflejos, en las sombras que proyecta en todos los seres, pues todos de ella en alguna manera par– ticipan. Platón se detiene sobre todo en describir cómo el amante la restrea en los cuerpos bellos, para ascender a las almas bellas, a las virtudes más bellas aún y, finalmente, dal el santo a la Belleza inmu– table de la que todo es trasunto y reverbero 3 • La crítica literaria reconoce que en cuanto que por labios de Dió– tima eleva Platón a la Belleza eterna e inmutable es un poema tan logrado que parece imposible el que se la pueda superar 4 • Y sin em– bargo, en todo el dinamismo ascensional, cantado por Diótima, nunca se hace oir el conversacional « tú». Es que si la Belleza eterna es un ser celeste de fascinante atracción para el amante, nunca se digna dirigir una palabra de aliento al que la busca para que ascienda a ella con más resolución y esperanza. La raiz de esta falta de diálogo 2 I dem, El amor personal en la metafísica de Platón, en Genethliakon Isidorianum. Universidad Pontificia de Salamanca 1975, p. 95-121. 3 Platón, Convivio 210-211. 4 M. Menendez Pelayo, Historia de las Ideas Estéticas en España, 1, p. 36 (edic. Nacional 1).

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