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EL EMPERADOR CARLOS V CONTRA LOS CAPUCHINOS 38!) escena de la retractación, embellecida luego por el cronista con detalles pintorescos, no siempre conformes a la cronología y a la sicología 52 , pero que no modifican la sustancia del hecho narrado. Vale la pena sin– tetizar la descripción, aun a trueque de privarla de la viveza del texto, original. Mientras Carlos se dedicaba a visitar los lugares más importantes y curiosos de Roma, cierto día le preguntó el papa al terminar uno de sus frecuentes coloquios : - Majestad, ldonde piensa ir mañana? - Respondió el emperador: Quisiera visitar el monasterio de la Santísima Trinidad. - Replic,ó el papa: No se si Vuestra Majestad ha visto a ciertos religiosos aparecidos muy de reciente y que residen aquí en Roma, pre– cisamente en los parajes que va a recorrer mañana. Yo los tengo pol" santos. Si place a Vuestra Majestad, puede asistir a su misa que a fe la celebran con mucha devoci,ón, y observar de cerca su modo de vivir. Me haría con ello un gran placer. - Respondió Carlos: Lo haré con mucho gusto. Y así lo hizo, en efecto. Habiendo sido previamente advertidos los religiosos, le salieron al encuentro con grandes muestras de respeto. En la audiencia sucesiva el papa pidió al emperador que la mani– festara sus impresiones. - Dijo el emperador: A juzgar por su exterior, son muy santos; resplandece en ellos una gran pobreza y una vida muy austera. - Replicó el papa: Bien, lrecuerda Vuestra Majestad haberme escrito acerca de unos religiosos que habían aparecido hacía poco y que yo hacía muy mal en tolerarlos? - A la verdad, dijo el emperador, no me recuerdo de haberlo hecho. Entonces el papa pidió que le trajeran la carta. Cuando la tuvo en sus manos, se la mostró al emperador. El emperador exclamó: Esta carta es mía. Yo fui mal informado. Carlos jamás revocó sus decisiones, pero esta vez sí las revoca. Así como antes suplicaba a Vuestra Santidad que suprimiera esta Religión, ahora, por el contrario, le ruego que la conserve y la favorezca cuanto sea posible » 53 • 52 Dice, por ejemplo, que Carlos V aún no había visto los capuchinos, y que no se recordaba de haber es~rito al papa. 53 BERNARDINUS A C0LPETRAZZ0, lug. cit., 413-414. Pablo de Foligno (cf. ob. cit.,. 97-98) introduce algunos elementos en la narración, por ejemplo, dice expresamente que los capuchinos habitaban en el convento de Santa Eufemia (y así era en ver– dad) y que el emperador ya los conocía por haberse encontrado con ellós en Me– sina (véase la nota 87).
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