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EL EMPERADOR CARLOS V CONTRA LOS CAPUCHINOS 385 IV. - « CARLOS JAMÁS REVOCÓ SUS DECISIONES, PERO... » Con estas enfáticas palabras celebraron los cronistas capuchinos .la rtltractación del emperador, con la cual disip,ó la impresión desfavo– rable causada en la corte iromana con sus cartas al papa y al cardenal Campeggi. Se trata de un hecho debida.mente documentado. He aquí su génesis. Antes de su llegada a Nápoles, probablemente Carlos V nunca había visto o tratado a los capuchinos, y los conocía solamente a través de los informes de sus adversarios 37 • Y fiándose de las noticias de éstos, que por lo demás gozaban de bien merecido crédito en la corte, tomó una actitud decididamente contraria al afianzamiento y desarrollo de la :rréfortna. La situación se hizo flúida e indecisa cuando intervinieron a su favor abogados de gran solvencia ante su augusta persona, los cuales la patrocinaban con tesón y energía. Nos referimos, en primer lugar, a Vittoria Colonna, auténtica abanderada de la causa capuchinaªª· Cono– cemos su reacción inmediata al enterarse. del contenido de la carta dirigida por el emperador al papa. La noticia del arrepentimiento del emperador, captada probablemente en ambientes relacionados con la corte, era prematura; pero Vittoria no descansó hasta verla convertida en gozosa realidad. Su misma posición social le daba facilidades para influir eficazmente en el cambio deseado. Su marido, don Francisco Fer– :rrante de Avalos, noble napolitano de origen español, marqués de Pescara y capitán general de los ejércitos imperiales, había intervenido de una manera decisiva en la histórica victoria de Pavía (1525), mere– ciendo los plácemes de Carlos, que envió además su felicitación personal a la marquesa 39 • Por otra parte, su hermano Ascanio era a la sazón 37 Así parece deducirse de todo el contexto de la cuestión. Sin embargo, a principios del siglo XVII el cronista Pablo de Foligno afirmaba lo contrario. « Al desembarcar [el emperador] en Mesina al retorno de la empresa africana, le sa– lieron al encuentro el clero y el pueblo; también comparecieron los ·capuchinos, des– calzos y agitando palmas de olivo en las manos. Este acto fue muy del agrado de todos y de edificación u,niversal; y Su Majestad declaró haberse deleitado más con aquella simplicidad que con todo el suntuosísimo aparato. E informado de su vida, recibió tan piadosa impres;ón que a su llegada a Roma habló en seguida de ellos a Ascanio Colonna » (PAULUS A FoLIGNO, O.F.M.Cap., Origo et progressus Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorwm, Romae 1955, 97). Los acontecimientos no se desa– rróllaron con tanta sencillez como el cronista supone. 38 Acerca de este particular no cabe la menor duda; todos los historiadores lo han admitido pacíficamente. Cf. Pietro TACCHI VENTURI, S·.J., Vittoria Colonna e la riforma cappuccina, en Coll.Franc. 1(1931) 30-58; BENEDETTO DA ALATRI, 0.F.M. Cap., Vigorosa apologia. Lettera di Vi:ttoria Colonna al card. Contarini, en Vittoria Colonna, marchesa di .Pescara (1574-1947), Roma 1947, 103-112. 39 Carlos V a Vittoria Colonna, Madrid, 26 de marzo de 1525: « Tanti vero animum tuum erga nos atque observantiam facimus, ut pene mariti tui merita tecum éommune indicemus tibique ob id, quantum par est, debeamus (Carteggio, n.XX , 27). La marquesa le contestaba agradecida y emocionada desde Ischia el 1 de mayo (cf. ibid., n.XXI, 29-31). El emperador le escribía otra vez desde Granada, 9 de noviem– bre ·de 1526, renovándole el pésame por la muerte de su marido (cf. ibid., n.XXXVII, 56-57; n.CLXXXV, 326).

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