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CRISTO Y MARIA EN EL PENSAMIENTO DE DUNS ESCOTO 561 La voluntad humana de Jesús - como toda voluntad humana - tiene poder dominativo intrínseco sobre su propio acto. Puede ponerlo o no ponerlo, poner este u otro distinto y aún el opuesto. En forma concreta como veremos luego, ningún agente exterior ni fuerza interior imponía Jesús la necesidad de morir. Si no es la "feliz necesidad" ('beata necessitas' ,de agustiniana memoria) que él mismo se había creado, bajo el impulso de su inmenso amor a la Trinidad y a sus hermanos los hombres. Cómo merecía Jesús. Es claro que la persona del Verbo en Cristo no puede merecer. Cristo merece porque y en la medida en que los actos de él que llamamos 'meritorios' brotan, físicamente, son producidos (actos elícitos) bajo el dominio e imperio de su voluntad elevada por el don (habitus) de la máxima caridad La unión y dependencia respecto a la persona del Verbo conferían a tales actos nueva dignidad en el plano de lo valorativo, axiológico, soteriológico y especial aceptación por parte de la Trinidad. Pero entitativa– mente eran actos finitos de una libertad finita 23 . La impecabilidad de Jesús. Es una cualidad especialmente resaltada por el N. Testamento. Indispensable dentro de su misión de revelador y realizador del misterio de la salvación. Escoto ofrece su peculiar explicación teológica. Basada en doble presupuesto: su intenso voluntarismo antropológico y su empeño en subrayar la perfección humana de Jesús. Dada la fragilidad ontológica y moral del ser humano, aunque lo pense– mos perfectísimo en ese plano. Por otra parte, a un creyente le repugna la mera idea de que el Hijo de Dios pudiera ser calificado, en cualquier contexto, de 'pecador'. Dicho esto, al teólogo le incumbe señalar la raíz formal intrínse– ca de la absoluta impecabilidad del Mesías. Escoto no acepta la afirmación (bastante corriente) de que la unión hipostática como tal confiera a la voluntad de Jesús la impecabilidad plena. En tal caso, la prerrogativa de la impeca– bilidad podrá parecer como un don caído perpendicularmente de lo alto, venido desde fuera de la voluntad del propio Jesús, aunque se reciba en ella. La perfecta impecabilidad de que goza la voluntad humana de Jesús no es recibida pasivamente en ella. Brota del desarrollo interno de la propia voluntad, del perfecto autodominio que Jesús ejerce sobre todos y cada uno de los actos de su voluntad. Obviamente, bajo el impulso del don (habitus) de la caridad que ha sido difundido en su corazón por el Espíritu Santo que se le ha inundado con la máxima abundancia (cf. Rm 5,5; Jn 1,14). Jesús, por el 23 Sobre el mérito de Cristo, sus condiciones y alcance, Lectura in III Lib. Sent., d. 18-19, ed. Vaticana XXI, 1-38.

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