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van de la eutrapelia, la cortesía y la amabilidad, pasando por la paciencia y la tolerancia, hasta la liberalidad, el sa– crificio abnegado, el perdón generoso y aun el olvido de las injurias. Si por su arte ganaba el P. Donostia la admira– ción, por la bondad ganaba los corazo– nes de cuantos le trataban. "¿Es usted un Padre Donostia, gran músico, de quien me hablaba mi madre? De todos modos, es usted un Padre capuchino bien lleno de caridad hacia mí y hacia los demás", le escribía el año 1943 desde Avila una religiosa Carmelita Descalza. Iba al mundo a sembrar alegría y conso– lar corazones inquietos y atribulados, y regresaba al convento con un amigo más por quien interesar a Dios en su ora– ción y de quien guardar fielmente la amistad y algún rasgo noble y edifi– cante. Su vida está llena de rasgos de ge– nerosidad bondadosa. No sólo sus cosas, sino aun su tiempo, del que era muy avaro, no perdiéndolo nunca en bagate– las, sabía sacrificar cuando se trataba -68-

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