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Ya no ve, ya no habla; permanece inconsciente, adormecido, al parecer sin dolor, y rara vez distingue al visitante; sólo el beso del crucifijo, aplicado a sus labios por algún religioso, que le susu– rra jaculatorias, atestigua que el oído está alerta, el espíritu pronto y el cora– zón en vela. Una de las veces que le vi– sitó el Dr. Marañón, reconociéndole por la voz, pareció sonreír y recobrar algún ánimo. Pero la enfermedad seguía im– placable su curso, minando la salud del P. José Antonio. Cuatro días antes de sti muerte hubo alarma, el día 26 por la tarde: el estado congestivo de los bron– quios, quizá la parálisis pulmonar inci– piente, entorpecía la respiración, que se hizo muy fatigosa y acelerada. El cora– zón, que hasta entonces había conserva– do su ritmo y su pujanza, comenzó a desfallecer. Avisados sus hermanos, lle– garon a la una de la madrugada del día 27; mas no era aún la hora del trán– sito. Por fin el día 30 de agosto, festividad ele Santa Rosa de Lima, con las sombras -36-

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