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TEORIA DEL CONOCIMIENTO 421 poseen de verdad cuanto tienen de ser (verdad ontológica) y tanto poseen de ser cuanto de imitación de Dios: fuente de la verdad . de ellas porque es la fuente ejemplar y eficiente de su ser: en una palabra, Ser Supremo, principio de los demás seres; y Suprema Verdad, regla de las demás Verdades. He ahí el significado de la doctrina buenaventuriana de que en todo conocimiento intelectual cierto debe intervenir la idea ejem– plar conio reguladora: « Quod ad certitudinalem cognitionem necessario requiritur ratio aeterna ut regulans ». D. Inconsciencia de la iluminación Para resolver posibles dificultades conviene tener presente que en el conocimiento natur.al cuyo objeto directo 3ean las criaturas tal intervención se realiza de modo incomciente; o lo que es lo mismo, sin que nuestra inteligencia se percate de ello. Para com– prender cómo es esto posible, estará bien recordar de cuántas ma– neras puede conocer nuestro entendimiento un objeto cualquiera y especialmente los que intervienen en nuestra acción de conocer, por ejemplo la luz. Concibo sin dificultad que puedo conocerla de tres modos. En primer término examinándola directamente; éste sería el más perfecto. En segundo lugar, reflexionando (al percibir un objeto que tengo presente) cómo para percibirlo necesito verlo en la luz, aunque la mirada no se dirija a ésta, sino al objeto mismo iluminado. •En ambos casos el conocimiento que tengo de la luz es consciente. Pero concibo además un tercer caso de conocimiento más imperfecto, pero al fin, verdadero, en el que yo vea la luz sin re– parar que la veo; y ·es el que se verifica de continuo en la vida ordinaria de todo ser dotado de potencia visiva: Ve los objetos que caen dentro del campo de su visual, por medio de la luz y por lo tanto ve esta luz; pero no advierte ni el foco que la produce, ni la misma luz, ni si.quiera los colores que pueden formarse en el medio ambiente: su mirada se dirige al objeto iluminado y no a la luz iluminadora, aunque si no pudiera ver ésta, tampcco percibiría aquél, el cual de ésta recibe su visibilidad actual. Apliquemos la comparación: Dios es cognoscible de tres modos: En sí, directamente, por intuición como lo ven los bienaventurados en la gloria; y éste es el modo más perfecto. Segundo, indirecta– mente, por demostración de su existencia y atributos o por .re– velación; así lo conocemos los filósofos mediante nuestros razo-

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