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EL CONSEJO DE INDIAS Y LAS MISIONES CAPUCHINAS 283 siempre estas dos cosas: el pasar a América y el fundar conventos, pero la realidad fue que los capuchinos ni intentaron esto último ni menos lo llevaron a cabo, según veremos. Por eso los consejeros, creyéndose en el deber de negar lo segundo, no permitían tampoco el pase a las Indias Occidentales. Aunque esta vez Felipe IV, íntimo amigo de Fr. Francisco de Pamplona, antiguo maestro de campo y general de la armada, concedió lo que éste deseaba, pero sin hacer referencia alguna a la fundación de conventos. Esa misma razón adujeron de nuevo los consejeros de Indias pa– ra que, en 1648, se denegase al P. Francisco de Vallecas autorización para proseguir él con otros capuchinos la labor comenzada en Urabá y Darién; su modo de pensar era: « Que, aunque no dudaban del buen fin de los religiosos, no era con– veniente introducir ciertas novedades, y que ya están atendidas estas regiones por los misioneros y religiosos que a costa de V.M. han pasado a las Indias y tienen allá sus fundaciones y conventos, como son los de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín, la Compañía de Jesús y Nuestra Señora de la Merced, y que está prohibido por muchas cédulas y ordenanzas de V.M. y de sus predecesores, y no ha parecido impiedad prohibir nuevos conventos por haber razones para el buen gobierno y conservación de aquellos reinos y su comercio y que, aunque lo propuesto por Fray Francisco de Vallecas es con pia– doso fin, ya está asegurada la conciencia de V.M. por cuidar de ellos las otras Ordenes referidas; por lo tanto, consideraciones políticas nos han obligado a prohibir el pasaje a otros religiosos sueltos, aunque vayan a semejantes misiones y sean descalzos, como se ha visto en los Carmelitas, y que, si fuesen los Capuchinos, no se podía prohibir a otras Religiones, y que es de presumir que a título de la misma piedad, más adelante fundarían conventos aIIí, y que se sirva V.M. mandar al gobernador que a los que fueron de Guinea, en la primera ocasión se embarquen para estos reinos, como está acordado por el Consejo a instancias del Fiscal luego que se tuvo noticia » 8 • En varios de estos trances se puso bien de manifiesto la buena opinión que los consejeros, al menos varios, tenían formada de los capuchinos. Alguno aprovechó tal coyuntura para tejer de ellos una verdadera apología, sacando corno conclusión que se podía y aun debía concedérseles lo que pedían, rebatiendo juntamente las pobres razones que se aducían en contra, sobre todo la de la exclusiva de algunas órdenes en la obra de la evangelización de las Indias. Así se expresaba el 20 de febrero de 1646 el Ldo. D. Juan González, valiente y constante defensor de los capuchinos : « La principal obligación de V.M. es atender a la conversión de tantas almas y que, según las noticias, llega a 1.400 leguas el terreno que hay 8 ]bid., 13: « El P. Fr. Francisco de Vallecas, religioso capuchino, pide a S.M. se sirva. de aprobar lo que él y sus compañeros han obrado en la conversión de los indios del Darién y Urabá, y les conceda licencia para proseguir aquella 1nisión }>,

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