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280 BUENAVENTURA DE CARROCERA entonces no pudo llevarse a cabo, se debió a causas enteramente:· ajenas, a la oposición del llamado Consejo de Portugal. De todos mo-– dos aquella invitación fue llama de fervor en pro de las misiones, que prendió en incontables corazones, pasando de cuatrocientos, al decir de los historiadores, los que por aquellos años se ofrecieron generosamente a tan heroica empresa. Desde esa fecha y, sobre todo, a partir de 1632, afluyeron a la secretaría de Propaganda Fide numerosas cartas y repetidas instan-• cías, venidas de todos los conventos y escritas por toda clase de reli-: giosos: superiores, lectores, predicadores, hermanos legos e incluso estudiantes, los cuales pedían insistentemente ser enviados a misio– nes, fuesen las que fuesenª. En tales escritos se expresaban a veces los países a donde deseaban ir; los más solicitados fueron Japón y Filipinas, tal vez porque creían sería más fácil que pasar a las Indias Occidentales. Sin embargo, la Congregación de Propaganda Fide no se mostró partidaria de enviar misioneros a regiones dopde ya se encontraban otros religiosos, como sucedía efectivamente con Japón, China y Filipinas, sino inás bien procuraba inclinar el ánimo de los peticionarios hacia el continente africano, donde no existía tal pe– ligro de encuentros y disensiones con religiosos de otras órdenes, ni tampoco eran de temer violaciones de derechos del Regio Patrona– to4. Así pudieron organizarse pronta y libremente las misiones· del Congo, Guinea, Benín, y más tarde Arda, Sierra Leona, etc. Parecía natural que esos entusiasmos misionales trataran igual– mente de buscar expansión en los dilatados campos del continente americano. No faltaron a la verdad ni deseos ni tampoco empeños para ello, pero su desbordamiento no p'udo tener lugar porque a ello se opuso la tenacidad e incomprensión del Consejo de Indias, acérrimo defensor de las regalías y patronazgo regio. Mérito indiscu– tible de Fr. Francisco de Pamplona fué, como veremos, el haber vencido esa resistencia, debido más que todo a su particular amistad con Felipe IV, pero también hemos de añadir que la oposición siguió con tenacidad aun después de esa primera victoria, y la batalla de– finitiva y total no se ganó hasta octubre de 1662. Desde entonces los. capuchinos españoles, agrupados en numerosas expediciones a Amé– rica, correrán presurosos a formar y continuar las importantes misio~ nes de Cumaná, llanos de Caracas, Trinidad y Guayana, Santa Marta y Maracaibo y, finalmente, la Luisiana. 3 !bid., 216ss; LÍZARO DE AsPURZ, O.F.M.Cap., Redín, soldado y misionero (1597-1651),. Madrid 1951, 170ss. · • P0BLADURA, art. cit., 218; 224, notas 29 y 39.

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