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Frecuentemente se interpreta como una afirma– ción de la esencia de Dios, y es verdad; pero no creo que sea ése el punto de partida hermenéutico. San Juan no parte, en esta formulación, de una especulación sobre Dios, sino de una constatación, de una verificación histórica, práctica: Dios se ha manifestado así, como Amor. Esa afirmación, más que una definición, es una descripción. «A Dios nadie le ha visto» (Jn 1, 18); nos lo ha narrado el Hijo, que es para nosotros la prueba del amor de Dios al mundo (cf. Jn 3, 16). Ése, Cristo, es el Dios– amor, y el Amor de Dios... , que <<hemos conocido y en el que hemos creído» (1 Jn 4, 16). Veamos, aunque sea esquemáticamente, las urgencias del amor de Dios a lo largo de la historia bíblica, vetero y neotestamentaria. A) EN EL ANTIGUO TESTAMENTO 1) En la alianza La alianza, don e iniciativa de amor La alianza (berit) es una categoría privilegiada en el AT para hablar de las relaciones de Dios con Israel. Es cierto que no existe una visión monocolor de la misma. La variedad de los tiempos y de las experiencias religiosas del pueblo elegido conduje– ron a éste a elaborar concepciones diferentes y 212
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