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- Caminar en la luz, «pues si decimos que estamos en comunión con él y caminamos en tinieblas, mentimos» (1 Jn 1, 6). - Guardar sus mandamientos: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis mi amor» (Jn 15, 10). - Vivir su vida, pues «quien dice que perma– nece en él, debe vivir como vivió él» (1 Jn 2, 6). - No pecar, pues «todo el que permanece en él no peca» (1 Jn 3, 6), «con pecado de muerte» (1 Jn 5, 16). - No pasar de largo ante nadie, porque ese nadie tiene un nombre: Dios. Pues «sí algu– no ve a su prójimo pasar necesidad y le cierra el corazón, ¿cómo podrá permane– cer en él el amor de Dios?» (1 Jn 3, 17). «Permaneced en mi amor» no es una invita– ción sentimental ni al sentimentalismo, sino una lla– mada a recrear los sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5); ni lo es, tampoco, al sedentarismo espiri– tual, sino a estar permanentemente de camino hacia el Amor, amando en ese camino. «Permaneced en mí amor» no es una propues– ta indiscriminada a permanecer en cualquier amor, sino en el amor en el que hemos sido amados por Dios. Pues no se trata de amar de cualquier mane– ra, sino «como yo os he amado» (Jn 13, 34). 225 DOMINGO MONTERO León

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