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dad, esperanza, libertad y compañía para tu her– mano. «¿Quién es mi prójimo?», preguntó el escriba. «Sé prójimo tú», le respondió Jesús. Y desde enton– ces esa es la única respuesta válida. «Permaneced en mi amor» En esta sugerencia de Jesús (Jn 15, 9) radica todo el misterio de la vocación cristiana y de la fide– lidad a la misma. Pues, «quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él» (Jn 4, 16), ya que «Dios es amor» (1 Jn 4, 8). Cualquiera otra ubicación es una dislocación; cualquier otra postura, una impostura. Pero, ¿qué significa e implica esa permanencia en el amor? - Permanecer en la opción de Jesús: el amor radical, sin desviaciones ni tergiversaciones, y «nadie ama más que quien entrega la vida» (Jn 15, 13). - Reconocerle existencialmente como Hijo de Dios, «porque quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios» (1 Jn 4, 15). - Guardar su palabra, pues «el que me ama guardará mi palabra» (Jn 14, 23). No sólo escucharla, ni siquiera meditarla, sino guar– darla hasta el punto de interiorizarla y ser interiorizado por ella. 224
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