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14 P. Feliciano de Ventosa, O. F. M. Cap. Estas normas sirvie 4 on de pauta durante muchas generaciones en los centros de formación sacerdotal y religiosa. Bajo el pontificado de Pío XI, la Sagrada Congregación de Religiosis, dirige a los Superiores la siguiente instrucción: «Quo quidem tempore cavebunt Superiores ne juvenes a virtutum certamine animos remittant, illos ab illorum librorum aut ephemeridum lectione, quibus a bonis studiis praepediri ut– cumque possent, arcentes... » (37). Subsiste en esta instrucción la negativa hacia la lectura de libros y revistas y periódicos; pero convendrá el lector, con el P. Eguren, quien al comentar esta disposición, dice: «talis norma longe mitior videtur lege tradita a Pio X» (38). Todavía parece dar un paso más en un sentido de abertura Pío XII cuando, dirigiéndose a los responsables de la educación de la juventud religiosa, les amonesta en su «Adhortatio Apostolica Menti Nostrae»: «Neque extimescant moderatores ne concrediti sibi juvenes hodiernos cognoscant eventus; quin etiam praeter quam quod illis rerum notitias aperient ex quibus maturum de factis judicium iidem sibi faciant, controversias etiam de quaestionibus id ge– nus ne declinent, ut juvenum mentes ad aequam rerum rationumque aestima– tionem informent» (39). Para ello, como comenta el citado padre Eguren: «Nihil dubii quod, sub hoc respectu salutari, non paucis in rebus requiratur libertas, non exclusa ampliore libertate in lectione ephemericlum» (40). He aquí cómo, históricamente, se han ido conjugando en los documentos pontificios los tres principios señalados (41). En los Statuta Generalia, tan sólo se alude a este tema de paso y para indicar que no se ocupe a los alumnos de modo que se les aparte de los estudios ni ellos lo pierdan o les distraiga la «periodicorum immoderata lectio, nimiae vel ad libitum auditiones radio– phonicae... » (42). Este inciso, no obstante, nos muestra que los Statuta Ge– neralia se mueven dentro de ese espíritu de abertura que impone implícita– mente la necesidad de hallarse en forma, y a la altura del momento, para poder defender la verdad cristiana. Imposible esta defensa sin un contacto prudente, pero efectivo, con el error que es necesario combatir. No obstante, si cotejamos la Deus Scientiarum Dominus, junto con las (37) AAS., t. XXIV, p. 76; AOMC., t. 48 (1932), p. 90. (38) Art. cit., p. 31 o. (39) AAS., t. XLII, p. 686; AOMC., t. 66 (1950), p. 194-195. (40) Art. cit., p. 311. (41) Una ejemplificación, en la que los tres principios se conjugan al mismo tiempo en una prescripción, es la ordenación de la Sagrada Congregación de Seminariis et Uni– versitatibus, que ya citamos en la nota 28, y que sumariamente recordamos: «Bibliothecae leges et normae tales statuantur, ut necessitatibus Professorum et auditorum quam maxime consulatur (tercer principio), simulque auditores a periculo vel temporis inutiliter terendi (segundo principio), ve! damni in fide ve! moribus patiendi (primer principio), sedulo prae– serventur.» (42) Art. 40, § 6.

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