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DIEGO JOSE DE CADIZ 83 En otoño de 1794 emprende a pie, como de costumbre, su pe– regrinación por Portugal, de sur a norte, camino de Galicia. Duran– te varios meses misiona en las provincias de Pontevedra, Coruña y Lugo. Acaba la misión de Oviedo y desciende a las de León, Astorga, Zamora y Salamanca. La actividad mermada de sus últi– mos años va dedicada a algunas ciudades de Andalucía. Málaga vuelve a escucharle en predicación misional por quinta vez. Todavía tiene ánimo para cruzar el estrecho en 1799 y llegar a Ceuta, ciudad a la que había dedicado las primicias de su predicación veintisiete años antes. Método del misionero En todos los lugares donde predicaba, era inmensa la muche– dumbre que se aglomeraba para escucharle en las iglesias, en las catedrales o en las plazas, cuando los mayores templos eran insufi– cientes para acoger a la multitud congregada. Dejemos para los his– toriadores la tarea de averiguar los elementos que contribuían a se– mejante popularidad. Había un elemento innegable, pero invisible, la gracia de Dios. Añadíanse otros como la fama que le precedía en todas partes, su presencia, sus dotes oratorias. Y no es de olvi– dar el método que empleaba y conocemos por la carta que el mismo beato, desde Málaga, el 15 de junio de 1781, dirigió a don Francis– co Antonio Lorenzana, arzobispo de Toledo. «Mi método en las misiones es publicarla con una simple proce– sión, al modo de un rosario, en que va delante la imagen de la Divina Pastora y al final el santo crucifijo. Se van cantando por dos eclesiásticos, en tono de rogativa, la letanía de los santos y yo exhortando al pueblo y convidándole a oír la voz de su Dios que le llama a penitencia. Se termina en la iglesia o en una plaza, si el concurso no cabe en aquélla, y hago una plática según me parece la requiere el pueblo. La mañana siguiente convido para que asistan todos a una iglesia capaz a hora competente, y allí hacemos pública rogativa, al modo que en el triduo antes de la Ascensión de nuestro Señor, cantando la letanía de los santos y sus preces. Después (si el día lo permite) se canta la misa votiva Pro remissione peccatorum y, concluida, suelo hacer una plática devota en que ex-

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