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DIEGO JOSE DE CADIZ 81 fruición y celebraban obras de este jaez, a pesar de sus ataques contra el papa y contra la Iglesia. Nuestro novel sacerdote descubrió al punto el áspid oculto bajo la hierba. Lo recordaba bien al referir– lo diez años más tarde, en 1799. «Por este tiempo se empezaron a hacer públicas las cosas del siglo ilustrado contra la santa Iglesia. Salió el Febronio, el Bossuet, el Juicio imparcial, etc. Me instaban los leyese para salir de mis ignorancias, etc. No es decible, padre de mi alma, cuánto fue el ardor que sentí en mi corazón para remediar estos males. Neguéme a leer estos papeles, no quise aprender a leer el francés, por el ho– rror que concebí a los libros que de allí venían de estos asuntos. ¡Qué ansias de ser santo para, con la oración, aplacar a Dios y sostener a la Iglesia santa! ¡Qué deseo de salir al público para, a cara descubierta, hacer frente a los libertinos! ¡Qué inclinación a predicar a la gente culta e instruida! ¡Qué ardor para derramar mi sangre en defensa de lo que hasta ahora hemos creído! Desde en– tonces me incliné y aficioné a la oración Ecclesiae tuae, quaesumus, Domine, preces placatus admitte, ut, destructis adversitatibus et erro– ribus universis, secura tibi serviat libertate, etc.». Cinco años más tarde, en relato autobiográfico parejo, destina– do a su nuevo director espiritual, insistirá en su reacción ante el Juicio imparcial: «Sentía en mi interior una oculta, suave fuerza que me hacía detestarlo, mirar con horror sus doctrinas y compade– cerme de sus aficionados. Yo me hallaba con un amor tan ardiente a la santa madre Iglesia romana que me hacía derramar lágrimas la tribulación en que la veía, y deseaba ser muy santo para conse– guir de Dios el remedio de estos males, y muy docto para oponerme a estas nuevas fatales doctrinas que, desde luego, me pensaba sería reproducción de errores antiguos». Itinerario misionero Fray Diego José había alcanzado la primera parte del ideal de su juventud: era ya sacerdote capuchino. El Señor, que había des– pertado aquel primer afán, dispondrá que se realice también el se– gundo sueño: el capuchino será misionero, corno san Fidel, como
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