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64 «...el Señor me dio hermanos» escolar, con todo tipo de medios, recurriendo, incluso, al arma del ridículo mediante representaciones teatrales. El padre Apolinar creyó deber suyo dimitir, pero el alcalde Wirsch intervino una vez más para defenderlo. En enero de 1788, la Cancillería del estado envió una instancia al padre provincial, llegado a Stands para la visita canónica, en la que se le pedía no aceptase la dimisión del padre Apolinar y que, en cambio, se le confirmase en sus tareas, apoyándole moralmente, ya que todo re– dundaba en provecho del pueblo. La instancia fue acogida positiva– mente, pero los enemigos no cesaron en su lucha. Envenenados de odio, alentaron la acción de personas entregadas a todo tipo de vi– cios, para que enfangasen en vil calumnia la reputación moral del padre Apolinar. Se abrió una encuesta judicial que puso en claro la inocencia de nuestro beato. Sin embargo, la calumnia diabólica se agrandó como una mancha de aceite, que tomó proporciones im– posibles de contener. Los superiores pidieron al padre Apolinar que se defendiese y éste elaboró un memorial que, por desgracia, se ha perdido. Nos ha quedado tan sólo la siguiente plegaria conclusiva de dicho memorial: «Padre, si este cáliz no puede alejarse de mí sin que yo lo beba, ¡hágase tu voluntad! Yo lucho con menor leal– tad, cuando no sufro persecuciones. El siervo no es más que su maestro. Si Dios me mortifica con la persecución, puedo esperar pertenecer al número de los elegidos. Déjame a mí el realizar la justicia, dice el Señor, soy yo quien la haré. En lo que a ti respecta, tú sigues mis pasos». Habría podido perseguir en los tribunales a los calumniadores, pero renunció a ello. Prefirió seguir el ejemplo de Jesús en la cruz, cuando imploraba misericordia para los que le crucificaban. Escri– biendo a una penitente, sor Clara Rosalía, le rogaba: «reza conmi– go, para que Dios perdone a mis perseguidores». Mientras tanto, al ver que la lucha no llevaba traza de termi– narse, para evitar a los demás religiosos posteriores fastidios, supli– có ardientemente al superior provincial que lo trasladase de Stans, apelando al ejemplo del profeta de Giona. Esta vez fue acogida su demanda. Y el 16 de abril de 1788 dejaba Stans y se dirigía a Lucerna. De este período de grandes sufrimientos morales, se conserva

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