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FELIX DE NICOSIA 55 El humilde en la gloria Pasado el furor de la revolución francesa, la Orden capuchina preparó su causa de canonización, el 10 de julio de 1828. La iglesia de Nicosia dio oficialmente principio al proceso en 1830. El prime– ro, en el que depusieron 83 testigos, concluyó en febrero de 1832. Dos años después, se realizó un proceso adicional, en el que testi– moniaron ocho personas más. Y el 17 de noviembre de 1837, fue publicado el decreto por el que se introducía la causa de beatifica– ción, iniciándose el proceso apostólico en Nicosia con la deposición de 34 testimonios y concluyendo el 12 de julio de 1848. Pio IX, el papa de la Inmaculada, proclamaba el 4 de marzo de 1862 la heroicidad de la virtudes de este enamorado de la Vir– gen, en la iglesia de los capuchinos de Roma dedicada a la Inmacu– lada Concepción. El papa, en dicha ocasión, señaló a fray Félix como «un seguidor despreciado de la cruz, pobre, humilde, practi– cante de la verdadera piedad, ejemplo digno de ser imitado». El 21 de noviembre de 1886, León XIII aprobó dos milagros obrados por el siervo de Dios. Y, de este modo, fray Félix subió a la «glo– ria» de Bernini, en la basílica de San Pedro del Vaticano el 12 de febrero de 1888, como un nuevo beato de la Iglesia y de la Orden capuchina. Durante la supresión del convento de Nicosia en 1~64, el cuer– po de fray Félix fue trasladado, en mayo de 1885, a la catedral, y, en 1895, de ésta al nuevo convento de capuchinos . Se le hizo un examen y una recomposición el 8 de noviembre de 1961. Un nuevo reconocimiento se llevó a cabo también en 1962, como conse– cuencia de un incendio que sufrió la urna del beato y que acaeció el 1 O de mayo en Mistretta, durante unas celebraciones litúrgicas solemnes en su honor. Los restos del beato, en una pequeña caja, retornaron a Nicosia, a la iglesia de los capuchinos. El sacerdote y escritor toscano !cilio Felici concluye la biogra– fría del beato, titulada Bisaccia eroica (Alforja heróica) (Pisa 1940), con palabras que reflejan un deseo y una esperanza: « el peregrino manso que se hirió los desnudos pies caminando por las zonas ári– das del campo para llevar a sus hermanos su inexhausto don de

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