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54 «... el Señor me dio hermanos» de la misma. Atacado por una fiebre violenta, mientras trabajaba · en el huerto conventual y encontrándose en estado de no poder te– nerse en pie, el padre Macario, su superior, le obligó a recogerse en la cama por «santa obediencia». Acaecía esto hacia finales de mayo de 1787. Al médico José Bonelli, que le prescribió algunas medicinas, fray Félix le indicó que eran inútiles, porque aquella era «su última enfermedad». Un día, «pidió por propia voluntad que viniera su confesor, · que era el mismo padre Macario, y habiéndose confesado rogó le administrasen el _santísimo viático y la extrema unción. Así se hizo. Fray Félix se encontraba echado en un colchón con las manos cru– zadas sobre el pecho y, sintiendo que se acercaba el santísimo viáti– co, se alzó del lecho y se puso de rodillas con las manos juntas y eón lágrimas en los ojos lo recibió devotamente. Después quedó sumergido en tiernísimo coloquio con Dios». El viernes 31 de mayo de 1787 fray Félix rogó al padre Maca– rio le concediese la obediencia para morir, pero éste... le dejó sin darle respuesta. Por segund~ vez volvió a solicitar la obediencia, pero entonces el superior se la negó a voces... Hacia la una de la noche, por tercera vez, el venerable pidió la obediencia al padre Macario. Este, llenándose de coraje, y enjugándose las lágrimas, vi– no a la celda del siervo de Dios y le llamó por el nombre de 'fray Félix', mientras que antes siempre le había llamado «fray descon– tento» o «fray miserable», y le dijo que aquella era la hora más propicia para partir hacia la eternidad». «Al venerable se le llenaron los ojos de alegría. Dio gracias a todos los religiosos por la caridad que habían tenido con él, al soportarlo por tantos años, pidió perdón por los escándalos que les hubiese dado y solicitó al padre superior que le asistiese a bien mo– rir, e invocando los nombres de Jesús y de María, expiró». Eran las dos de la madrugada, en los comienzos del último día del mes consagrado a la Virgen. Expuesto su cuerpo en la iglesia de los capuchinos durante tres días, después de una funeral triunfal, fue sepultado en el cementerio común de los religiosos, en un lugar especial, el 2 de junio. Todos lo proclamaban «como un religioso santo, por la vida tan santa que había llevado».
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