BCCCAP00000000000000000000682

50 «... el Señor me dio hermanos Otros testigos añaden que fray Félix, aunque estuviese agotado por el trabajo, «en el tiempo dedicado a la recreación se volvía ridículo a la voz del superior en aras de una ciega obediencia». Muchas veces, apenas había llegado de la ciudad al convento, era llamado por el superior que le mandaba de nuevo a la ciudad por cualquier cosa. Así, hasta más de dos y tres veces consecutivas y el «pobre viejecillo iba y venía, sin enfado ni murmuración algu– na, siempre imperturbable y alegre». A las llamadas del padre Macario, fray Félix respondía como si tuviera alas. Fray Francisco Gangi lo describe, como testigo ocu– lar: «apenas se oía llamar por el padre Macario, 'fray descontento' corría prontamente y dejaba todo lo que traía entre manos, se arro– dillaba ante él con los ojos bajos, escuchaba lo que le mandaba, besaba el suelo y decía 'sea por el amor de Dios' y después volaba con presteza a cumplir el mandato». Y resume: «en definitiva, el cita– do ·padre Macario lo trataba como a un pillo y ganapán, siempre de mal talante, y el siervo de Dios, en cambio, le obedecía alegre y festivo>>. El primero en admirar esta obediencia de fray Félix era el mis– mo padre Macario. De hecho, dejó un escrito, que fue presentado en el proceso, en el cual afirmó: «Fray Félix fue obedientísimo no sólo a los superiores, sino a cualquiera. Y su obediencia fue prontí– sima, ciega y alegre en todo y para todas las cosas. Y siempre en esta virtud no se tenía en cuenta a sí mismo, ni siquiera a su salud, ni a su propia dignidad... ejecutando aún lo imposible a una senci– lla mirada del superior. Imperturbable en todas las mortificaciones, aceptaba afrentas y desprecios y no daba el menor signo de turba– ción. Mortificado en público y expulsado del refectorio como indig– no, cosa que yo hacía para probarlo, se marchaba. risueño y con santa indiferencia, sin cambio alguno en su rostro». Como confesor suyo, el padre Macario recurría a fray Félix para pedirle consejo y seguía sus lúcidas propuestas, a pesar de que fray Félix mismo se definiese: «yo soy un religioso verdaderamente inútil y miserable, y necesito que el superior me soporte por amor de Dios en el convento»; llamadme no fray Félix, sino fray miseria, . fray descontento, un incapaz». Había encontrado el secreto de someterse a todo, incluso hasta

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz