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48 « ... el Señor me dio hermanos» citud mayor que la de una madre. Todo dispuesto a atenderles, les socorría y les procuraba cuanto demandaban. Les preparaba con exactitud la comida, les barría la habitación, lavaba sus platos y, cuando reposaban, se colocaba a sus pies o se sentaba en un banco detrás de la puerta de su habitación. Y, así, apoyado en la pared, dormía él también un poco. Esta caridad del siervo de Dios, yo mismo la he experimentado». El canónigo Luis Ferro testifica aún más: «previo el permiso del superior, asistía a los enfermos que le llamaban fuese de día o de noche. Le prestaba su socorro espiritual y corporal, exhortán– doles a hacer la voluntad de Dios y a ofrecerle su enfermedad en penitencia de los pecados. Y les animaba a esperar en la bondad de Dios y de la virgen María». Un testigo ocular recuerda que fray Félix, todos los domingos, visitaba a los encarcelados y les llevaba comida, además de su pala– bra alentadora. El hermano fray Rosario de Nicosia, testigo en el proceso apos– tólico, dice: «cuando encontraba a pobres que iban cargados de le– ña o de otras cosas pesadas, les ayudaba en su tarea». Carmelo Granata ofrece esta agradable escena: «cuando se de– dicaba a la limosna, de miércoles a sábado, le rodeaban los chicos: quien le tiraba del cordón, quien de la capucha, quien le empujaba de un lado, quien de otro para que les diese pan. El siervo de Dios no se inquietaba por estas insolencias, ni les gritaba. Les decía con sencillez: 'sea por el amor de Dios'. Les hacía, después, arrodillarse, les imponía sus manos en la cabeza, diciendo: 'Bien, recitad prime– ro el Ave María a la virgen Santísima'. Después les repartía el pan y los muchachos marchaban todos contentos». El padre Angel de Sperlinga y otros testigos en el proceso refie– ren que en «época de nieves» fray Félix se encontró con dos chicas pobres que le pidieron limosna. No teniendo nada que darles, «se quitó su manto y se lo dio». Entre sus expresiones preferidas se recuerdan las siguientes: «los pobres son la persona de Jesús, y deben ser respetados»; «veamos en los pobres y en los enfermos al mismo Dios, y socorrámosles con todo el afecto de nuestro corazón y según nuestras fuerzas»; «con-
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