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FELIX DE NICOSIA 45 voluntad de Dios' ... Vestía una túnica remendada y hacía los reco– rridos de la limosna por el campo siempre a pie y con los ojos bajos y mortificadísimos». En definitiva, como san Félix de Cantalicio por las calles de Roma, así nuestro beato iba por las de su ciudad natal siciliana: dando y recibiendo. Edificando siempre a todos. Con los niños, los blasfemos y los pobres El capuchino padre Nicolás de Nicosia, en el proceso ordinario citado de 1834, atestigua que fray Félix solía «instruir a los jóvenes, tanto en el convento como por las calles, en los misterios de nuestra santa fe, y con mayor cuidado a las personas rústicas y sin estudio a las que exhortaba a ayudarse mutuamente en el aprendizaje del catecismo. De este modo cooperaba, en cuanto le era posible, en el apostolado propio de un hermano no clérigo capuchino. Recorda– ba, con celo, a los padres la obligación que tenían de educar a sus hijos en la doctrina cristiana y en los misterios de nuestra fe». El arquitecto Antonio Monteaperto recuerda que fray Félix, al pasar delante de la iglesia de su convento para ir a la ciudad, «se arrodillaba y permanecía así durante algunos minutos, adorando al Santísimo Sacramento, y nos decía a los jóvenes: 'mirad, cuando paséis delante de una iglesia, no debéis nunca dar la espalda'... A los pequeños les hacía recitar el credo, y a los mayores les hablaba del. ·nacimiento del Señor, de nuestra redención y de algunos otros santos misterios de la religión. Se adaptaba a todos, según la capa– cidad, estado o condición de cada uno; con estas instrucciones, ha– cía con nosotros labor de misionero». Un zapatero de Nicosia, Carmelo Granata, lo mira como evan– gelizador, al testimoniar: «por la calles enseñaba a los niños los rudimentos de la doctrina y, para atraerlos, les daba pan y golo– sinas». Lucía Bonelli tuvo en fray Félix, un maestro de doctrina cris– tiana y depuso (en dialecto siciliano): «En ocasiones en que venía a mi casa, muchas veces decía a mi madre que debía ser mi educa– dora en la doctrina cristiana y, con frecuencia, él mismo me la

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