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36 «... el Señor me dio hermanos» 1844. Causaron este retraso las circunstancias políticas de la isla y del continente, particularmente la revolución francesa, la supresión de las Ordenes religiosas, mezquinos intereses y envidia por parte de un supe– rior de los capuchinos de Cágliari. El primer proceso ordinario infor– mativo sobre la fama de santidad en general, se terminó en Cágliari el 3 de septiembre de 1845. No hubo proceso alguno relativo a los escritos de fray Ignacio, ya que éste no dejó nada escrito. Después de otros procesos, la introducción de su causa de bea– tificación se verificó el 4 de mayo de 1854. Concluido el proceso apostólico el 10 de mayo de 1860 el papa Pío IX declaró la heroici– dad de las virtudes del venerable fray Ignacio, con un decreto del 26 de mayo de 1869. Examinadas tres curaciones, acaecidas en los años 1923, 1928, 1933, fueron reconocidas como milagrosas, por otro decreto el 14 de abril de 1940. A los 159 años de la muerte del venerado laconés, el papa Pío XII lo declaró beato el 16 de junio de 1940 y santo el 21 de octubre de 1951, estableciendo su fiesta litúrgica anual para el 11 de mayo. El papa de la Asunción presentó «a este héroe de la santidad, humilde en su nacimiento y en los oficios que tuvo», iluminando y poniendo de relieve algunas facetas esenciales de su fisonomía es– piritual: «las prolongadas y pesadas fatigas le parecían breves; fácil la obediencia debida a los superiores; dulces y suaves los sufrimien– tos acerbísimos; y todo cuanto de agradable o penoso le acaecía, lo abrazaba con la tranquila voluntad de quien se ha confiado y entregado al querer divino. Cuando pedía limosna de puerta en puerta, por ciudades, aldeas y campiñas, su mente no estaba en la tierra que pisaban sus pies, sino en el cielo ... El contemplarlo era para todos saludable ejemplo ... ». La gente que participa en la tierra de los misterios oscuros del dolor, se da cita todavía en el día de hoy, para una plegaria de alegría, junto a la tumba del santo, en Cágliari, y en su casa natal de Láconi, transformada en museo el 27 de agosto de 1960. En ella, entre otras humildes cosas, destaca la corona del rosario, com– pañía inseparable de san Ignacio en sus largas caminatas de limos– nero o en sus horas de gozo en la celda o en la iglesia. En el 25 aniversario de la canonización, Cerdeña quiso volver a ser visitada por san Ignacio. Su cuerpo, en una urna, recorrió
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