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34 «... el Señor me dio hermanos» «A la mañana siguiente, habiendo la bondad de los bienhecho– res levantado un tumulo adecuado a la ocasión, el ilustrísimo capí– tulo, acompañado por los consejeros de la ciudad, salió de la cate– dral en procesión para hacerle las honras y pompas fúnebres con una solemne misa cantada con música muy selecta. Esta acabó con el acostumbrado responso y, después, el cadáver fue colocado en un féretro que cerró la autoridad eclesiástica con nueve sellos y dos llaves ... el cual, por una disposición prudente de la autoridad secu– lar, fue situado en un lugar separado. Así acabaron los fune– rales». «Hijo verdadero» de san Francisco El superior de fray Ignacio, en la circular citada, describe con exactitud el retrato del humilde hermano no clérigo, hijo y apóstol de Cerdeña. Precisa: «Este .religioso ejemplarísimo, vistiendo nues– tro hábito a los veinte años de edad, siempre fue visto con estupor observando el mismo tenor de vida mortificadísima, por lo que se atrajo no sólo el aplauso, sino también la admiración de todos aque– Ilos que tuvieron la fortuna de conocerlo y de tratarlo; y en alas de la fama, el mérito de este nuestro singular religioso se extiende y toda Cerdeña sabe ya de sus heroicas y eximias virtudes. «Mientras vivió, todos recurrían a él, unos para pedirle conse– jo, otros para obtener gracias y favores, y por todos era comun– mente llamado padre santo. Con él trataban los prelados y la más alta nobleza, confiando a sus oraciones los asuntos que más les preo– cupaban. Por él clamaban los enfermos, y en su muerte los mori– bundos. Y no sólo entre estos últimos la gente del pueblo, sino también personajes muy distinguidos, e incluso, del arzobispado; de él, como de infalible oráculo, dependían los comerciantes en sus negocios y difíciles empresas; y él, buen religioso, oía a todos caritativamente, los aconsejaba santamente y los consolaba con afecto». Este precioso documento, escrito diecisiete días después de la muerte de fray Ignacio, evidencia su perfil franciscano: «juzgo su– perfluo hacer notar. .. su perfección en la vida regular de la obser– vancia religiosa, el primero en el coro, no sólo en su juventud,

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