BCCCAP00000000000000000000682
IGNACIO DE LACONI 31 De nuevo en camino, el compañero comenzó a sentir un gran calor en su espalda. «Cuando ambos llegaron al refectorio, se enco– traron con las alforjas llenas del calor de un pan caliente y hu– meante». Otra vez, tampoco había pan para los hermanos en el conven– to. El limosnero se encontraba rezando en la iglesia, mientras el hermano refitolero estaba altamente nervioso. Dos jóvenes, «pocos momentos antes de la colación comparecieron en el convento y de– jaron en manos del refitolero dos hogazas de pan, y súbitamente desaparecieron». Andando por el muelle de Cágliari en la limosna, al ver a uno que vendía aceite de un tonel, fray Ignacio le pidió le diese algo: «por amor a san Francisco». Fue invitado a que le dejase un reci– piente donde verterlo y, entonces, fray Ignacio le entregó la alforja, rogándole echase el aceite allí. De hecho, alargó las dos aberturas de su alforja y, después, llevó al convento toda aquella gracia de Dios sin que «el aceite traspasase la tela». Ante este suceso, el due– ño del aceite mandó al convento todo el tonel de aceite, que fue conservado por mucho tiempo y venía llamado como «el tonel de fray Ignacio». Una vez, se acercó a una majada para pedir algo de queso, siendo rechazado por el pastor. Se limitó a comentar: «Paciencia», y se marchó cuesta abajo. «Apenas había dado los primeros pasos, se vieron algunos quesos, como si estuvieran animados, correr de– trás de él». El tacaño pastor, aprendió la lección, fue hacia el her– mano y le regaló todos los quesos que le habían seguido hasta allí y otros más. Luis Chessa, albañil, trabajaba en la cornisa de fa iglesia de los capuchinos, sobre el altar ante el que estaba rezando Ignacio. Chessa dio un traspié en la escalera y cayó de la altura. El hermano le gritó: «¡Párate!». «Y Chessa permaneció suspendido en el aire, viniendo en su socorro el hermano que le volvió a colocar bien en la escalera». El albañil salvó, así ·su vida. Un fraile, que no creía en la tan cacareada santidad de fray Ignacio, se escondió de noche en la iglesia para observar al así «lla– mado santo» en oración. Fray Ignacio, en efecto, oraba ante el al– tar de la Inmaculada. Después de un poco de tiempo, fray Ignacio
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz