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IGNACIO DE LACONI 27 reconocimiento de la heroicidad de las virtudes del futuro santo y doctor de la Iglesia san Lorenzo de Brindis. Fray Ignacio vivió, pues, en esta primavera estallante de santidad, reconocida oficialmente por la Iglesia. Diversos testimonios del proceso recordaron cómo Ignacio se inspiraba en los. capuchinos ensalzados a los altares. Por ejemplo: «Recuerdo con frecuencia... que admiraba la fortaleza y constancia heroica del ínclito mártir san Fidel de Sigmaringen y, en general, la de todos los mártires de la fe, cuyas gestas escuchaba lleno de admiración, y deseaba con santo ardor imitarles ... Ansiaba derra– mar su sangre por amor y gloria de Dios, imitando a san Fidel de Sigmaringen... del cual con piadosa complacencia contaba o es– cuchaba contar su gloriosa muerte». «Hablaba frecuentemente de la inmensa caridad de Jesús sacramentado... , poniendo como mode– lo de esta virtud al beato Lorenzo de Brindis, diciendo que este beato estaba repleto del amor divino, y no frío como él». «Le oye– ron expresar el deseo de tener la humildad y la penitencia del beato Bernardo de Corleone». Recibiéndolas de sus cohermanos santos, también Ignacio re– part~a estas riquezas de Dios sobre los demás, dentro y fuera del convento. Dar a manos llenas Fray Ignacio daba cada día, por las calles de Cágliari, la lec– ción del buen ejemplo. Lo confirmó la testigo sor María Ana Herij, monja clarisa de Cágliari: «ejerció el ofido de limosnero por espa– cio de cuarenta años, edificando a la gente con su singular modestia y compostura religiosa, caminando siempre con los ojos fijos en el suelo sin volverlos nunca a mirar ninguna curiosidad, recogido y silencioso, aborreciendo las inútiles conversaciones y charlas del mundo, y hablando poco y con mesura, cuando la necesidad o la utilidad del prójimo le obligan, teniendo siempre en las manos el rosario y recitándolo devotamente. Este comportamiento exterior del venerable siervo era una exhortación viva y una predicación para el pueblo que lo contemplaba al pasar; donde él comparecía cesaban los litigios y disensiones, los mundanos adoptaban una actitud de reverencia y respeto hacia él que era tenido como un ángel de paz».

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