BCCCAP00000000000000000000682
370 «... el Señor me dio hermanos» religiosos, fue expulsada el 7 de agosto. Todos encontraron refugio entre los bienhechores de los próximos lugares, y aunque estaban bajo libertad vigilada, los rojos ya no se ensañaron en ellos. El director del colegio de filosofía era el padre Miguel de Grajal, de 38 años, religioso de gran espiritualidad y devotísimo de la eucaristía; en 1935 había traducido y publicado en español el conocido libro «L 'anima eucarística» del padre Antonino de Castellammare. Precisa– mente por no dejar abandonados a los 15 estudiantes y a los 6 pos– tulantes laicos, rechazó la idea de trasladarse a Bilbao, zona más segura, bajo el gobierno separatista vasco, donde ya se habían refu– giado otros religiosos de la comunidad. El más bien se aprovechó de la relativa libertad y siguió ocupándose de sus jóvenes, que visitaba, socorría y animaba como un verdadero padre. Ahora bien, estas visitas y la asistencia religiosa que prestaba a las familias católicas– de los pueblos vecinos eran mal vistas por los milicianos de Escalan– te, adonde se había trasladado desde hacía poco. En la noche del 29 de diciembre de 1936, mientras rezaba la corona con la familia que le hospedaba, un grupo de milicianos se lo llevó junto con el her– mano portero fray Diego de Guadilla, de 27 años. Los dos fueron asesinados en la playa de Santoña. Incluso después de su muerte, el padre Miguel no cesó de interesarse por sus estudiantes, ya que pronto, como si fuera un milagro, consiguieron llegar a Bilbao, donde el 19 de junio de 1937 fueron liberados por las tropas nacionales. Los mártires de Andalucía El único convento que en la provincia capuchina de Andalucía permaneció en la zona roja durante aproximadamente un mes fue el de Antequera (Málaga), sede del seminario seráfico. La comuni– dad no fue expulsada, pero desde el 20 de julio el convento había sido puesto en estado de asedio por las milicias armadas que, ame– nazadoras y vociferando, obligaron a los frailes a tener cerradas puertas y ventanas. La fraternidad, compuesta de once religiosos y de unos ochenta seminaristas, pasa largos días en agitada prepara– ción espiritual para el martirio. A cada momento sonaba el teléfo– no, y una voz sádica anunciaba o recordaba la condena a muerte de los «curas» del convento, decidida por el comité revolucionario
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz