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368 «... el Señor me dio hermanos» distinto comportamiento infundieron sospechas en los otros trabaja– dores. Denunciado, confesó ser fraile capuchino. No obstante, fue puesto en las dependencias del Estado mayor militar de la zona, ganándose la confianza de los jefes. Sabedor, sin embargo, de que su vida estaba en peligro, el 30 de noviembre intentó pasar a la zona nacional a través del cercano frente; descubierto, fue maltrata– do bárbaramente y le encarcelaron. Pasa los largos días de prisión preparándose para la muerte, orando y leyendo la Biblia. Finalmen– te, el 14 de enero de 1937, sin proceso alguno, ni militar ni civil, le sacan para asesinarlo en una carretera. Ciertamente, su muerte fue debida sólo por su estado religioso y sacerdotal. La última víctima de los capuchinos de Madrid y de El Pardo fue fray Primitivo de Vilamizar, de 52 años, pasados 21 de ellos al servicio del seminario seráfico de El Pardo, donde prestaba su colaboración con solicitud verdaderamente maternal. En el momen– to de la expulsión del convento y en los días siguientes, estaba lite– ralmente obsesionado por la suerte de sus 104 seminaristas capuchi- nos. Hospedado luego en casa de una sobrina suya en Madrid y con documentos personales aparentemente en regla, le parecía estar al resguardo de cualquier posible golpe de mano de parte de los rojos. Pero el 19 de mayo de 1937, cuando ya se había alejado el espectro de los fusilamientos clandestinos, un miliciano le recono– ció en la calle como un fraile de El Pardo, se lo llevó a una checa y después ya no se supo de él nada en absoluto. En la ciudad de Gijón, en Asturias, de cara al mar Cantábrico, el 20 de julio de 1936 fue ocupado el convento de capuchinos por la guardia civil, que se había adherido al alzamiento militar. Duran– te la lucha, los religiosos se refugiaron, orando, en el sótano. Al día siguiente, vencida la sublevación, los milicianos asaltaron el con– vento; los frailes, presagiando el inminente sacrificio, recibieron la absolución y comenzaron a rezar la corona. En la agitación subsi– guiente, algunos consiguieron huir; seis, sin embargo, fueron apre– sados y son éstos: padre Arcángel de Valdavida, de 54 años, misionero en Venezuela tiempo atrás; padre Ildelfonso de Armellada, de 62 años, predicador; fray Alejo de Terradillos, de 62 años, portero; fray Euse– bio de Saludes, de 51 años, exmisionero en Cuba; fray Eustaquio de Villalquite, de 40 años, cocinero. En medio de insultos, fueron
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