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366 «... el Señor me dio hermanos» En las primeras horas del día 17, en el ya mencionado cuartel de la Montaña mataron al padre José María de Manila, de 56 años, predicador, muchas veces superior local, devotísimo del Sagrado Co– razón de Jesús y de la Sagrada Faoilia, y religioso de grandísima pobreza y caridad. En el mismo día, al lado de la carretera Madrid– Extremadura fue asesinado fray Aurelio de Ocejo, de 55 años, her– mano socio del ministro provincial, muy observante y servicial. Mien– tras trataba de encontrar refugio más seguro o menos compromete– dor para la familia que le hospedaba, acabó en manos de los mili– cianos, a quienes manifestó decididamente ser religioso capuchino. Seguimos en el mes de agosto de 1936. El día 23 caía la segun– da víctima del convento de El Pardo, fray Gabriel de Aróstegui, de 56 años, hortelano y vaquero durante 24 años. El día del asalto al convento, logró huir al próximo monte; descubierto por los mili– cianos e instigado a blasfemar, contestó con firmeza: «Matadme, si queréis, pero yo no blasfemo». Dejado en libertad, pasó de un refugio a otro, preocupado siempre de no comprometer a nadie - ¡tan peligroso era hospedar a un fraile!-; finalmente, invadido por la nostalgia, volvió al monte, en las proximidades del convento, con la esperanza seguramente de poder ocuparse otra vez de su humilde trabajo . Descubierto de nuevo y condenado a muerte por un impro– visado tribunal, consiguió permanecer aún al servicio de los milicia– nos que ocupaban el convento; pero éstos le hicieron objeto de gro– seras burlas, y finalmente una noche, después de la cena, le asesina– ron en la puerta del seminario seráfi::o. Fray Gabriel murió apretan– do entre sus manos su gran rosario de capuchino. En las primeras horas del 26, en una carretera solitaria, fue fusilado fray Saturnino de Bilbao, de 26 años, hermano del conven– to de Madrid, religioso realmente piadoso y angélico. Desde hacía tiempo se había preparado seriamente para el martirio, como apare– ce en las cartas que había escrito a su hermana monja. Cuando los milicianos fueron a buscarle, se puso el mejor hábito que tenía y rogó no molestasen a la familia que le había hospedado . El 27 caía el tercer mártir de la comunidac de El Pardo, el padre Gregario de La Mata, de 47 años, profesor en el seminario seráfico. Achaco– so y siempre tras un refugio más seguro, los milicianos al fin le cogieron, llevándoselo a una de sus checas. Allí oyó en confesión a
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