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360 «... el Señor me dio hermanos» asesinado en la noche del 10 de agosto de 1936. Arrojaron su cadá– ver al río Júcar de donde fue recogido posteriomente. El día 13 le llegó el turno al padre Modesto de Albocácer, de 56 años, con 14 de misionero en la custodia de Bogotá, guardián del convento de Ollería y hombre de grandísima caridad para con los enfermos y pobres. Refugiado en su pueblo, se enteró de la llegada de una banda de anarquistas catalanes que iban sembrando el terror, y, con un hermano suyo sacerdote, buscó refugio en una gruta de las cercanías; pero, descubiertos por los milicianos, los dos hermanos fueron masacrados. Terminada la guerra, al exhumar los cadáveres, se dieron cuenta de que el cráneo del padre Modesto había sido atravesado por un largo clavo. El 16 del mismo agosto, en una cantera cerca de Castellón, fue fusilado el diácono fray Enrique de Almazora, de 23 años y en vísperas de su ordenación sacerdotal. Encarcelado el día 4, espe– raba la muerte con toda serenidad y alegría. En la noche del mismo día 16, corría la misma suerte el padre Pedro de Benisa, de 59 años, predicador del convento de Masamagrell, el cual se había refugiado en casa de una hermana suya. Antes de ser fusilado en una carrete– ra solitaria, ofreció el perdón a sus verdugos y prometió rogar por su conversión. Al mismo convento pertenecía el padre Ambrosio de Benaguacil, de 66 años, apóstol del confesonario y de la pluma, asesinado avanzada la noche del 24 en la carretera Valencia-Barcelona y enterrado en lugar desconocido. El 28 de agosto apresaron al cabeza de grupo de los mártires capuchinos de la archidiócesis de Valencia, el padre Aurelio de Vi– nalesa, de 40 años, director del colegio filosófico-teológico de Ori– huela. Llevado a la muerte con otros trece católicos de su pueblo, animó a todos, confortó y absolvió, cayendo después acribillado con ellos y al grito de «¡Viva Cristo Rey!». Dos días más tarde, el 30 de agosto, fue sacrificado otro benemérito religioso, el padre Joa– quín de Albocácer, de 57 años, por mucho tiempo misionero en Colombia y apóstol de la eucaristía y de la devoción a las Tres Avemarías. Director del seminario seráfico de Masamagrell, buscó refugio en Rafelbuñol; pero, descubierto por los milicianos, le lleva– ron a su pueblo natal para asesinarle cuatro horas después, en las proximidades de Villafamés. En el mismo día mataron a fray Berar-
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