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354 « ... el Señor me dio hermanos» una terciaria. Días después, un grupo de milicianos le para en la carretera y al reconocerle como fraile, con otros tres detenidos - uno de ellos sacerdote- es llevado a un olivar y golpeado bárbara– mente; mientras tanto él recitaba el Tedeum. En la tarde del mismo día, el 24 de julio, acompañado del otro sacerdote detenido, le lle– van a la carretera de Manresa-Vilumara, donde le asesinan. En la misma carretera y tal vez a manos de los mismos milicianos, el 27 hallaba la muerte el padre Domingo de Sant Pere de Riudevitlles, de 54 años, durante muchos años apóstol de los pueblos de Costa Rica y de Nicaragua y devotísimo del Sagrado Corazón de Jesús. También en la misma carretera fue sacrificado, el 6 de agosto, el primero del grupo de estos mártires de Manresa (diócesis de Vich), el padre Benito de Santa Coloma de Gramanet, de 44 años, exdefi– nidor, maestro de novicios y vicario del convento. Por una delación fue apresado y entre insultos y golpes, le instaban a que blasfemase; pero él, en silencio, continuó apretando y besando el crucifijo hasta el lugar del suplicio. A la gran ciudad de Barcelona confluían casi todos los capuchi– nos catalanes expulsados de los nueve conventos de la provincia; 26 de ellos hallaron la muerte en esa misma ciudad o en otros luga– res de la diócesis. Este trágico desfile hacia la muerte fue abierto el 28 de julio por dos religiosos del convento de Sarriá, sede del estudiantado de filosofía y teología, en un suburbio de Barcelona: el padre Modesto de Mieres, de 60 años, exdefinidor y lector eméri– to, autor de escritos sobre la redención y sobre el cuerpo místico, y fray Angel de Ferrerie, de 31 años, quien había renunciado a un lugar más seguro a fin de asistir a otro religioso anciano y casi moribundo y al mismo inexperto padre Modesto. Los dos fueron asesinados en los alrededores de Sarriá. En el mismo día, en Arenys de Munt, encontraba la muerte fray Prudencia de Pomar, de 61 años, limosnero del convento de Arenys de Mar; casi ciego e impedido, fue arrastrado literalmente por los asesinos hacia el lugar de suplicio, junto con dos sacerdotes seculares. Al día siguiente, 29 de julio, otros cuatro religiosos del convento de Sarriá caían en las cercanías de la estación de ferroca– rril al norte de Barcelona: el hermano portero fray Eloy de Vianya, de 61 años, su sobrino el estudiante de teología fray Miguel de

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