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24 « ... el Señor me dio hermanos» los superiores; alegría, a pesar de estar dedicado a los trabajos más humildes y desagradables; buscador de providencia y dador de paz y curación; trozo del evangelio que se mueve por el mundo, para fermentarlo para Cristo. Fray Ignacio, ya desde el noviciado, empe– ñando la ruda tenacidad de los montañeses, comprendió que esta debía ser su misión y estilo dentro y fuera del convento. Esto lo conoció una noche: fray Ignacio, antes del rezo matuti– no, subiendo unas escaleras cargados con una ánfora de agua, no podía soportar su peso. Miró a la imagen de la Virgen, que estaba al final de las escaleras y le rogó ayuda. La madre de Dios le recor– dó cuánto su Hijo había sufrido en los días de la pasión sobre la cruz. La presencia de María santísima y el ejemplo de Jesús le acompañaron ya durante toda la vida por cada calle, en cada fatiga: con jovialidad y serenidad, cualidades propias ele un fran– ciscano. Entre pucheros y telas, después, por las calles Llegó para fray Ignacio el día de la profesión, 10 de noviembre de 1722. Y le llegó rodeado de congojas y sufrimientos, provocado por las dudas que otros religiosos tenían sobre su vocación religiosa. Más concretamente, por su quebrantada salud. En la primera vota– ción cuatrimestral, aparecieron cuatro votos negativos emitidos por sus cohermanos de noviciado. Sin embargo, fray lgnado redobló sus plegarias, mortificación y entrega. La última votación le fue ya favorable. El recién profeso, que contaba 21 años -los testigos del proce– so callan a este respecto o se contradicen- parece que fue enviado al convento de Iglesias. Lo confirman algunos testimonios que indi– can, además, el oficio a que le dedicaron: encargado de la despensa y cocinero. Sucedió en Iglesias que, un día, se le cayeron inadverti– damente las llaves de la despensa en el pozo del jardín, mientras cogía agua para el refectorio. Ignacio se «arrodilló, y recitó devota– mente tres A ve María a la Virgen, metió después el caldero y recu– peró las llaves». Otros testigos deponen que Ignacio, después de la profesión, permaneció en el convento de San Benito, luego en el convento del

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