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PÍO DE PIELTRECINA 343 Oficio de guardar silencio sobre estas cosas, no se tuvo ocasión de examinar las llagas en modo esmerado, pero su permanencia sigue siendo atestiguada por los médicos, religiosos y laicos que las ha– bían visto hasta pocos meses antes de la muerte del padre Pío cuan– do comenzó una rápida reconstrucción de los tejidos hasta desapare– cer totalmente las heridas en el momeqto de la muerte. Es digno de hacer notar que desde que el padre Pío tiene gra– badas en su carne las señales del crucificado, una nueva angustia hizo presa en él: < Cansado y sumergido en la extrema amargura, en la desolación más desesperada, en la angustia más angustiosa, no por no poder encontrar ya a mi Dios, sino por no ganar o no ganar a todos los hermanos para Dios» (6 de noviembre 1919). Dos fuerzas se disputan el centro de su alma: «Las dos fuerzas que, en apariencia, parecen extremadamente contrarias, la de querer vivir para ayudar a los hermanos en este exilio y la de querer morir para unirme al esposo, que en estos últimos tiempos las siento agi– tarse superlativamente en la punta más alta del espíritu» (8 octubre 1920). El «querer ayudar a los hermanos» no se ha limitado mien– tras tanto a la salvación espiritual sino que ha sido algo concreto con la demanda hecha a los superiores de utilizar ofertas y de recu– rrir a los bienhechores «por la gloria de Dios y para alivio del próji– mo» (14 junio 1920). El «vivir para los hermanos» es la «cúspide»: «Soy vertiginosamente transportado a vivir por los hermanos y con– siguientemente a embriagarme y a saciarme de aquellos dolores que aún voy irresistiblemente lamentando» (1 enero 1921). Tanto que el 30 de enero pudo atreverse hasta llegar al absurdo: «Continuaré violentando el corazón divino». Poco antes de que el fin del epistolario haga caer el telón sobre el viaje del alma del padre Pío hacia Dios y hacia los hombres (ma– yo 1922) nos ha dejado una declaración programática: «He trabaja– do, quiero trabajar; he rezado, quiero rezar; he vigilado, quiero vigi– lar; he llorado, quiero llorar cada vez más por mis hermanos exilia– dos» (23 octubre 1921); y nos ofrece una representación plástica de la misión del padre Pío en el mundo: <<¿Cómo es posible ver a Dios que se entristece por el mal y no entristecerse igualmente? Ver a Dios que está a punto de descargar sus rayos y para pararlos no hay otro remedio si no es alzando una mano para detener su brazo

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