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342 «... el Señor me dio hermanos» los signos desaparecieron, pero los dolores continuaron. Su «crucifi– xión» tiene lugar en el coro la mañana del 20 de septiembre de 1918 después de la celebración de la santa misa, cuando «asombra– do del descanso, semejante a un dulce sueño», los sentidos internos y externos con las mismas facultades del alma «se encontraron en una quietud indescriptible». Se hizo un silencio total «en torno a mí y dentro de mí; rápidamente le siguió una gran paz y el abando– no a la completa privación del todo y como un descanso en la mis– ma ruina. Todo sucedió como un relámpago». «Y mientras sucedía todo esto, me encontré ante un personaje misterioso, semejante al que vi la tarde del 5 de agosto, que se di– ferenciaba con éste solamente en que tenía las manos, los pies y el costado manando sangre. Su vista me aterrorizó; no sabría deci– ros lo que llegué a sentir en aquel instante. Creí morirme y hubiese muerto si el Señor no hubiera intervenido para sostenerme el cora– zón, que parecía salírseme del pecho. Desaparece el personaje de la visión y yo me encuentro con que mis manos, pies y costado han sido traspasados y manaban sangre. Imagínate el desgarro que experimenté entonces y que vengo experimentando continuamente casi todos los días». La estigmatización fue comprobada como hecho de lesión ana– tómica de tejidos por el profesor Luigi Romanelli, director del hos– pital civil de Barletta, por el profesor Amico Bignami, catedrático ordinario de patología médica de la universidad de Roma y por el doctor Giorgio Festa con distintas visitas médicas entre octubre de 1919 y julio de 1925, haciendo de ello una descripción minuciosa. El hecho en sí no era puesto en discusión por los médicos, sino la génesis del hecho: de una parte está la interpretación positivista, sintetizada así por el profesor Bignami: «a) que los estigmas hayan sido establecidos artificial y voluntariamente; b) que sean la mani– festación de un estado morboso; c) que sean en parte el producto de un estado morboso y en parte artificiales». De otra parte está la enérgica y razonada exposición del profesor Romanelli y del doctor Giorgio Festa a tal hipótesis interpretativa extremadamente reductiva. En 1925 el doctor Festa comprobó la permanencia de los estig– mas con «los mismos caracteres que los había descrito en las pri– meras relaciones». Después de las decisiones tomadas por el Santo
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