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PÍO DE PIELTRECINA 341 prójimo que se vuelca en oferta total y universal hacia los hermanos. El alma del padre Pío queda así preparada para la «dura, áspera, aguda y penetrante acción» que tendría lugar el 5-7 de agosto de 1918 y descri– ta en la carta del 21 de agosto de 1918, la transverberación o asalto del serafín: «Estaba confesando a nuestros muchachos la tarde del 5, cuando de pronto todo se llenó de un terror extremo a la vista de un personaje celeste que se me aparece ante los ojos de la inteligencia. Tenía en la mano una especie de lanza semejante a una larguísima lámi– na de hierro con una punta muy afilada y que parecía como si de esa punta saliese fuego. Ver todo esto y observar a dicho personaje arrojar con toda violencia la antedicha lanza en el alma fue todo una sola cosa. Con dificultad emití un gemido, sentía que moría. Dije al muchacho que se retirase porque me sentía mal y no tenía fuerzas para continuar. Este martirio duró, sin interrupción, hasta la mañana del día 7. Lo que sufrí en este período tan luctuoso, no sabría decirlo. Veía también que las vísceras eran desgarradas y como estiradas detrás de aquella arma y todo era sometido a hierro y fuego. Desde aquel día hasta hoy estoy herido de muerte». La misma carta del 21 de agosto de 1918 que define de modo ejemplar una de las cimas de la experiencia mística del padre Pío, contiene, de una parte: «la clara, real, experimental visión de mí mismo y de confirmación en la irrevocable sentencia (de condena) que quizás Dios haya dado sobre mÍ»; de otra, enuncia la firme convicción de que «es Dios quien obra todo esto». El amor activo de Dios se cambia en el «temor y temblor» del alma: «El asalto, avanza, avanza y avanza siempre y me hiere en el centro... ¿Qué querrá de esta criatura?» (6 septiembre 1918). Dios, percibido distintamente como «Dios-Bondad» (5 septiem– bre 1918), como «Dios-Amor» (6 septiembre 1918), realiza la «estig– matización», mientras el alma está convencida del «rechazo» que Dios ha hecho de ella (21 agosto 1918). El padre Pío llama más veces a la estigmatización «m1 cruci– fixión». La estigmatización La «estigmatización» completa la herida del alma. Los prime– ros signos del prodigio aparecieron en el otoño de 1910; después

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