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338 « ... el Señor me dio hermanos» es señal de que se va estableciendo en ti el reino de Dios», intuye felizmente el director espiritual del padre Pío, padre Nenito de San Marcos in Lamis, en octubre de 1910. Y ya en 1912 mientras el padre Pío vive un progresivo estado de purificación interior y sufre la presencia constante de «barbablu» (el diablo), permitido por el «buen Jesús» sucede la fusión de su corazón con el de Jesús: «¡Oh, qué suave fue el coloquio mantenido con el paraíso en esta mañana! Fue tal que queriéndome esforzar por querer decirlo todo no po– dría; sucedieron cosas que no pueden traducirse en un lenguaje hu– mano, sin perder su sentido profundo y celestial. El corazón de Je– sús y el mío, permíteme la expresión, se fusionaron. No eran más dos corazones que latían sino uno sólo. Mi corazón había desapare– cido como una gota de agua se pierde en el mar» (18 abril 1912). La fusión de los corazones tiene inmediata resonancia de parti– cipación en el prójimo: «Padre mío, si pudiese volar, querría hablar fuerte, querría gritar a todos con toda la voz que tengo en la gar– ganta: amad a Jesús que es digno de amor» (28 junio 1912); y se basa en la sed de sufrir para salvar: «El escoge las almas y entre éstas, a pesar de mi desmerecimiento, ha escogido también la mía para ayudarse en el gran negocio de la salvación humana... Esta es la razón por la que deseo sufrir cada vez más y sufrir sin consue– lo; en esto consiste toda mi gloria» (20 septiembre 1912). El punto de llegada de este alma «abandonada en Dios» (29 marzo 1911), «enamorada de Dios» (6 octubre 1911) y converti– da en torrente que desemboca «en el océano sin orillas del amor de Jesús» (9 agosto 1912), está indicado claramente en dos cartas de 1914, complementarias también casi por la contemporaneidad, en las cuales describen «la situación que se produce entre el alma y Dios»: «Ahora es Dios mismo aquel que inmediatamente actúa y obra en el centro del alma sin el concurso de los sentidos tanto internos como externos... El alma... siente que todo su ser está con– centrado y recogido en Dios ... En esta situación, los sentidos, los apetitos, los deseos, los afectos, el alma toda gravita en torno a Dios con una fuerza y presteza maravillosa y lo que más extraña es que ni el alma misma advierte su propio movimiento» (9 febrero 1914). La fusión de los corazones ha sido el preludio afectivo signifi-
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