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IGNACIO DE LACONI 23 Capuchino por fin El 2 de noviembre, a los veinte años, en la calesa guiada por su padre, Vicente viajaba a Cágliari, distante de Láconi alrededor de ochenta kilómetros. En el convento de San Antonio, situado en la colina del «Buencamino», y hecha la petición al padre Francisco María de Cágliari, provincial de los capuchinos, de ser admitido para hermano no clé:rigo, Vicente escuchó como respuesta un brutal «no», motivado por su constitución física enfermiza. Esta, según el padre Provincial, no le permitiría llevar con rigor la vida tan austera de los capuchinos. Vicente -considerado como un candidato inadecuado para en– trar a formar parte de las milicias franciscanas- recurrió al mar– qués de Láconi, don Gabriel Aymerich, protector de la familia Peis, rogándole hiciera de intermediario suyo con el padre Provincial de los capuchinos. Un día después, marqués y provincial se encontra– ron y se decidió la admisión de Vicente que, inmediatamente, se presentó de nuevo en el convento de «Buencamino». El 10. de noviembre, en el solitario convento de San Benito abad, a las espaldas de Cágliari, el joven Peis, con el nuevo nombre de fray Ignacio, vistió el hábito capuchino y, bajo la dirección de fray Luis de Nureci, su maestro, comenzó el noviciado. Lo realizó - según depuso el testigo fray ·Damián de Noeneli- «con gran fervor y piedad religiosa, observando con suma y particular diligencia to– das las normas, por muy pequeñas que fuesen, tanto las de precepto como las de consejo ... Se distinguió sobre los demás por su recogi– miento, silencio, obediencia, frecuencia de sacramentos, espíritu de oración... Era reputado comunmente como santo y tanto más desde que fue encontrado, después del rezo de maitines, arrodillado delan– te de una imagen de la Virgen, que había en una escalera situada camino de la sacristía, con quien se entretenía en dulces y tiernos coloquios». Desde el mismo noviciado se perfilaba, madura y completa, la fisonomía espiritual de san Ignacio que será la típica de todo her– mano no clérigo capuchino: sonreír ante las humillaciones y la fati– ga; ininterrumpida plegaria; analfabeto y hombre sencillo, pero pro– fundo conocedor de las verdades cristianas; serena obediencia a

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