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PÍO DE PIELTRECINA 333 afrontar largos viajes y la incomodidad de una larga permanencia en San Giovanni Rotonda, con las implicaciones relativas a gastos económicos mientras llega el turno de las confesiones; y las perspec– tivas no eran siempre las de ir a un encuentro fácil, cómodo, cari– ñoso. De hecho, la confesión con el padre Pío tenía todas las carac– terísticas de un encuentro personalísimo, frecuentemente dramático, pero siempre era una terapia desconcertante para las almas. «Firme y decidido -decía el cardenal Lercaro- hasta el punto de ser brusco y desagradable; y, al mismo tiempo, abierto y amable hasta transmitir la paz y la serenidad a quien desde años no la había -o quizás nunca- saboreado como para enamorarse de la fe, del sacrificio y de la entrega generosa incluso a quien llegaba a él -sin ni siquiera saber el por qué- con escepticismo y delibera– da reticencia». «Su confesonario -escribió 'L'Osservatore Romano' al anun– ciar la muerte del padre Pío- era un tribunal de misericordia y de firmeza; incluso aquellos que partían sin haber obtenido la abso– lución tenía, en una muy gran mayoría, ansia de volver y de encon– trar paz y comprensión, mientras que para ellos se había abierto ya un nuevo período de vida espiritual». A quien le preguntaba: «Padre, ¿por qué tratáis tan duramente a vuestros hijos?», respondía: «Quito lo viejo y pongo en su lugar lo nuevo». La operación evangélica de la conversión no se realiza sin dolor, incluso cuando se hace sólo por amor». La misa del padre Pío La jornada diaria de la vida del padre Pío era extremadamente monótona: coro, iglesia, celda, los paseos por la huerta y, más tar– de, la galería del convento, tanto que en las «Relaciones bimes– trales» del convento de San Giovanni Rotondo se podría afirmar «estar él muerto para el mundo». Sin embargo, de esta monotonía destacaban poderosamente dos polos extraordinarios en los cuales el mundo entero entraba en la vida y en el corazón del padre Pío: el confesonario y el altar. Ellos son también -se puede pensar con seguridad- los dos polos de

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