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PÍO DE PIETRELCINA 331 rigidas las verdades fundamentales de la fe, es decir, en la figura del director espiritual. Con este fin, conviene hacer aquí una primera observación y es que, en la galería de las muchísimas almas dirigidas por él, el padre Pío conmensura el hilo conductor del compromiso en santificarse a la gran variedad de edad, cultura, condición social o profesión de cada una de las personas. El padre Pío se nos revela como un genial y santo artista del método diferenciado. Le dijeron en una ocasión: «Padre, verdaderamente sois todo de todos». Y él añadió rápidamente: «Corri– ge ¡Soy todo de cada uno! Cada cual puede decir: el padre es mío». Esta totalidad de rendición voluntaria, centrada en cada una de las almas, está basada en la profunda convicción de actuar por mandato de Dios: «Yo soy un instrumento en las manos divinas, que sólo sirve para algo si es manejado por el artífice divino». La exigencia de que los demás vean a Dios y no la imagen del director es el segundo punto relevante, el cual nos permite explicar, dificil– mente pero de forma segura, la fuerza moral, a veces brusca y do– lorosa, ejercitada al guiar las almas hacia Dios. «Siguiendo al padre Pío -confiesa cándidamente una hija espiritual- se sufría fuertemente: sus pruebas, sus reprensiones, su diferente trato con las almas, partía de dolor del corazón y se nece– sitaba mucha fe para decir que su modo de proceder así era justo». Un tercer elemento de relieve, que subraya su constante voca– ción corredentora, es la clara, sincera, íntima participación del di– rector espiritual padre Pío en las angustias, conflictos interiores, de– solaciones y penas de las almas dirigidas: «Siento como mías vues– tras aflicciones». «Haré míos todos vuestros dolores y todos los ofre– ceré en holocausto al Señor por vosotros». Es el método de la direc– ción espiritual participada que caracteriza específicamente al padre Pío como director espiritual y hace más eficaz su trabajo como guía de la perfección. El padre Pío se sentía dirigiendo a las almas como el «pobre cireneo», el «piadoso cireneo que lleva la cruz por todos». El confesor «No tengo un minuto libre: todo el tiempo estoy dedicado a librar a las almas de los lazos de satanás ... Aquí acuden innumera-
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