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PÍO DE PIETRELCINA 329 Gente de todas las edades, de toda clase social, de cualquier condición económica, de todas las jerarquías eclesiásticas y políti– cas, de todo nivel cultural; gente de todas las naciones, de todas las razas acude al padre Pío con su carga de problemas y necesidades. Y cuando la gente no puede viajar hasta él, escribe centenares, quizá miles de cartas al día en todos los idiomas: desde los más diferentes dialectos italianos a la mayoría de las lenguas más difun– didas en el mundo. La novedad del hecho manifiesta una especie de revolución co– pernicana en San Giovanni Rotondo realizada por el padre Pío en un momento histórico en el cual se pone de relieve la respuesta al mandamiento evangélico: «Id a todo el mundo» con un exagera– do activismo. Pero en San Giovanni Rotonda se cumple aquello que Jesús había dicho de sí mismo: «Venid todos a mí». Autorizada y manifiestamente este hecho ha sido puesto de relieve por el papa Pa– blo VI cuando se ha referido a la «clientela mundial» del padre Pío. Y es natural preguntarse con fray Maseo: «¿Por qué a ti, por qué a ti, por qué a ti?» ... Y la respuesta, una vez más viene dada por el propio Pablo VI que define al padre Pío como «el represen– tante grabado con los estigmas de nuestro Señor (20 septiembre 1971). La gente no lleva a San Giovanni Rotondo sólo su carga de proble– mas y necesidades, sino que en lo más íntimo de su alma lleva con– sigo la única necesidad de ver a Dios y a Jesucristo en el hombre de Dios que es el padre Pío. Se repiten las maravillas de Dios: «Cuan– do sea levantado sobre la tierra atraeré todos a mí». El mundo percibía claramente la respuesta alternativa al proble– ma fundamental de su siglo: no se puede ser santos sin Dios, no se puede vivir sin la gracia. «Siento asiduamente una voz que me dice: santifícate y santifica», había dicho el padre Pío a una de sus hijas espirituales en el lejano noviembre de 1922. Y con intuición maravillosa la gente de todo el mundo com– prendía rápidamente que las señales en las manos, en los pies y en el costado del primer sacerdote estigmatizado no podían ser in– terpretadas sino como «motivos de credibilidad» .de la misión del padre Pío en el mundo contemporáneo de ser clavado en la cruz para actualizar la redención; y comprendía más pronto todavía que los dones carismáticos concedidos por Dios al padre Pío -como el
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