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328 « .. . el Señor me dio hermanos» Giovanni Rotondo, para respirar un poco el aire de la montaña y allí permanece, sin embargo, hasta su muerte (23 septiembre 1968), cincuenta y dos años continuos, salvo las ausencias debidas al servi– cio militar, un viaje a Roma y la estancia de un mes en el convento de San Marcos la Catola. Cuando el padre Pío llega a San Giovanni Rotondo (4 de sep– tiembre de 1916) el convento, alejado del pueblo, estaba rodeado de un profundo silencio, la iglesia conventual era frecuentada por pocas personas y en los alrededores, de vez en cuando, sólo se oía el sonido del campanillo de alguna oveja o cabra cuando pastaba por las montañas de los alrededores del convento. En aquel paraje solitario reinaba, sin embargo, la paz y la ale– gría debido a la presencia de tantos hermanos, confiados a la direc– ción espiritual del padre Pío que voluntariamente se confesaban con él y seguían con atención sus conferencias; y él, para «perfecciona– miento» del grupo, al que ama «tiernamente» y por el cual no quie– re ahorrarse «molestias personales», pidió permiso para ofrecerse como «víctima» al Señor. Con su presencia, la soledad del convento iba desapareciendo poco a poco en la medida en que las almas sedientas de Dios descu– brían en el fraile recién llegado una llamada poderosa de lo divino, mucho antes del reclamo visible de los estigmas: «una muchedumbre de almas sedientas de Jesús cae sobre mis espaldas hasta el punto de tenerme que llevar las manos a la cabeza», afirma el padre Pío en 1916. «Las horas de la mañana se me pasan todas oyendo confe– siones», pudo escribir en la vigilia de los estigmas el 29 de julio de 1918. «Vengo sosteniendo casi diecinueve horas de trabajo, sin apenas un poco de descanso», comunica a su director espiritual a poco más de un año de haber recibido los estigmas el 16 de noviem– bre de 1919. La clientela mundial La característica más típica de la poderosa llamada de lo divino realizada por el padre Pío durante cincuenta años, es la universali– dad. Casi como por una especie de atracción de gravedad, de todas las partes del mundo se moviliza la gente para acercarse al padre Pío.
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