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22 « ... el Señor me dio hermanos» La familia Peis se dedicó en seguida a la formación cristiana de Vicente, que se preparaba e instruía en la iglesia, donde todavía sin cumplir los siete años recibió la confirmación, el 17 de mayo de 1707 y, poco después, la primera comunión. Vicente prefería la iglesia y cuanto se desarrollaba en ella a los pasatiempos habituales a su edad. La llamaba «su casa». Muy de mañana, si la encontraba todavía cerrada, se arrodillaba a la entrada. Los laconeses lo apodaban su «santito», porque también lo veían en las labores del campo ayudando a sus padres, recogién– dose en oración. Especialmente, cuando en la soledad y el silencio estaba al cuidado de los rebaños de ovejas. Mostraba ya de joven estar hecho para la vida del claustro, totalmente consagrada a Dios. Comenzó a decir que se sentía llama– do a hacerse hijo de san Francisco. Su padre, Matías Peis, que lo necesitaba para llevar adelante los trabajos cotidianos con que daba de comer a sus nueves hijos, lo disuadió, aduciendo motivos sobre la débil salud del hijo para la vida tan austera así como intereses propios materiales. De complexión frágil, en la adolescencia Vicente había estado enfermo de gravedad, a lo que contribuyó también sus ayunos y penitencias. Hizo entonces voto de entrar en la Orden capuchina, si san Francisco le devolvía la salud. Vino la curación, pero no el «sí» de su padre Matías a esta decisión filial. Una vez más, inter– vino Dios. Al final del año 1721, Matías mandó a su hijo ir a caballo hacia los pastos, para vigilar su ganado. Subido al caballo, Vicente atravesó el altiplano de Sarcidano. «Junto a un lugar lleno de matorrales y selva, el caballo se desbocó repentinamente, dándose a una furiosa y alocada carrera por el campo». Vicente recor– dó la promesa hecha a Dios de hacerse capuchino y que todavía no había cumplido . Y la renovó . Una vez, vuelto sano y salvo a casa, refirió lo que le había pasado a sus padres y la resolución tomada, echando por tierra todas las objeciones, y repitiendo: «no, no me prohibáis tomar ese estado, porque el mundo no está hecho para mí».

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