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326 «.. . el Señor me dio hermanos» vez más y lleva a término en mí la obra comenzada por ti ... Que Jesús me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno 'de san Francisco, que pueda servir de ejemplo a mis hermanos de modo que el fervor continúe siempre en mí y se acreciente cada vez más hasta hacer de mí un perfecto capuchino». El 25 de enero de 1904 partió del noviciado para continuar los estudios y prepararse al sacerdocio; después de haber permanecido en diferentes conventos, en mayo de 1908, tuvo que volver a casa por motivos de salud. Continúa privadamente los estudios siendo ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910 en Benevento y se que– da en su casa, siempre por motivos de salud, hasta 1916. Cada misa para el padre Pío es siempre la primera misa; la gloria es continua e inexpresable gusta ya el paraíso, siente como un fuego que le abrasa y su boca saborea toda la dulzura de aquella carne inmaculada del Hijo de Dios. Las luchas del espíritu no faltan en este período: grandes tor– mentas diabólicas, que a veces no lo dejan libre ni siquiera en las horas de descanso: el demonio lo quiere para sí a toda costa; cuan– do se ve al borde de la desesperación recurre a la virgen María a la que no sabe cómo agradecer tantas y tan singulares gracias; se pone con confianza en los brazos de Jesús y que suceda lo que El quiera; El, ciertamente, vendrá en su ayuda. Orando a los pies de Jesús no siente ni el peso del cansancio al vencer las tentaciones, ni la amargura o el desagrado. Durante un mes de permanencia en el convento de Venafro, en 1911, la comunidad advierte los primeros fenómenos sobrenatu– rales: «Asistí -y no fui yo el único, escribe el padre Agustín en su diario- a varios éxtasis y a muchas vejaciones diabólicas. Escri– bí, entonces, todo lo que escuché de su boca durante el éxtasis y cómo sucedían las vejaciones satánicas». Constreñido a vivir «desterrado en el exilio del mundo, es de– cir, fuera del convento, en Pietrelcina, como sacerdote se esfuerza por tratar a todos con cordialidad y confianza: el mundo campesino del que proviene es también su propio mundo; va al campo y, lo mismo que antes, saluda, dice buenas palabras de ánimo, acepta voluntariamente la invitación de pararse a descansar, aunque sea por un momento, bajo la sombra de un árbol si hace calor, o dentro
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