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324 « ... el Señor me dio hermanos» acompañado de otros pastorcillos -son ellos mismos los que nos · lo cuentan- participaba voluntariamente en sus inocentes juegos, porque Francisco «era alegre desde pequeño»; era muy querido y «era un muchacho como todos los demás», pero era educado y, sobre todo, reservado; jamás dijo palabrotas y ni siquiera las quería oír, por eso evitaba siempre la compañía de los «falsos amigos», es decir, los «desvergonzados, de palabra fácil, los pocos sinceros, los que no eran buenos muchachos». Enjuto de tipo, pero no enfermizo, Francisco ha sido siempre «un lobo sordo», quiero decir, «de pocas palabras que nunca airea– ba sus cosas». Era «fino, fino» termina diciendo otro compañero suyo también pastorcillo, y no «un macarrón sin sal». Lo que de verdaderamente excepcional está sucediendo en la vida de Francisco, pasaba desapercibido ante los ojos de los demás. Antes de partir para el noviciado (6 enero 1903), él mismo nos cuenta que su alma recibió una visión que le marcaba el futuro programa de su vida: «combatir como un valeroso guerrero» contra «el miste– rioso hombre del infierno», con valor, porque Jesús mismo, bajo la figura de un hombre luminoso habría ayudado a su alma, «estan– do siempre cerca de ella para ayudarla y premiarla en el paraíso por la victoria que conseguiría, ya que confiada sólo a El, habría combatido con generosidad». Ya, desde joven, el padre Pío había comprendido que el «gran espacio» destinado a su alma era el espacio que separa a los hom– bres de Dios y que él debía llenar en unión con Jesús. «Sacerdote santo - Víctima perfecta» Vistió el hábito capuchino en el convento de Morcone el 22 de enero de 1903. Con qué propósito y con cuánta entrega vivió el año de noviciado fray Pío nos lo da a conocer él mismo en una carta autobiográfica de 1922: el Señor hacía comprender al quincea– ñero Francisco que para él «el puesto seguro, el hogar de paz era el batallón de la milicia eclesiástica. Y, ¿dónde podré servirte mejor, oh Señor, que en el claustro y bajo la bandera del pobrecillo de Asís?... ¡Oh Dios! deja que mi pobre corazón te sienta cada
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