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322 «... el Señor me dio hermanos» La gente de todo el mundo sentía vivamente, todavía, que la única respuesta alternativa al problema podía y debía ser aquella vivida y sufrida por un «hombre sin letras», el padre Pío de Pietrel– cina: «Todo se resumen en esto: me consume el amor de Dios y el amor del prójimo». Se percibía, de modo inmediato, simple y sin titubeos, la con– firmación de la médula misma del mensaje evangélico en la persona del capuchino estigmatizado del Gárgano: sólo un hombre de Dios puede expresar todo el amor por el hombre y lo puede expresar reproduciendo solamente, en la medida en la que es posible en un simple hombre, la pasión de Cristo. «Deberé luchar» Nadie o muy pocos saben quién era el padre Pío Forgione, pe– ro todos conocen y aman al padre Pío de Pietrelcina, pueblecito situado a pocos kilómetros de Benevento, en las colinas del Sannio, de horizontes abiertos, habitado por gente trabajadora, que vive al ritmo de los trabajos del campo, resguardado de los calores meri– dionales y de los fríos vientos del invierno. Francisco nace en el viejo pueblecito de Pietrelcina, en el barrio del Castillo en la tarde del 25 de mayo de 1887, hijo de Grazio María (1860-1946) y de María Josefa De Nunzio (1859-1929), y fue bautizado al día siguiente. Grazio, junto a su deseo de trabajar, jamás perdió su alegría salpicada de bromas inocentes y fáciles gracejos. De inteligencia des– pierta, rápidamente ponía en práctica todo pensamiento; su dialecto era sonoro, rápido y gráfico; enjuto, pero habituado al duro traba– jo; de estatura mediana, ojos vivos y parlanchines; de modales, a veces rudos y rápidos; vivía su fe sinceramente. Cuando Francisco manifestó el deseo de querer continuar los estudios para «hacerse monje», no vaciló en marcharse de casa, emigrando a América del Sur y del Norte, a fin de ganar lo necesario para el hijo estudiante. Entonces todo el peso de la familia recae sobre las espaldas de «mama Pepa»: ojos claros, facciones correctas, de cuerpo ágil, como una adolescente, su dialecto tenía una gracia admirable; mujer seria, respetuosa, religiosa; era una pueblerina, pero tenía rasgos de

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