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LEOPOLDO MANDié 317 Castelli de trombosis masiva de los vasos mesentéricos- atribuidos al siervo de Dios Leopoldo Mandié el 12 de febrero de 1976. El papa Pablo VI lo declara beato el 2 de mayo de 1976 en la plaza de San Pedro. El mismo papa quedó sorprendido por la rapidez del recorrido. Sólo 34 años de duración. Es verdad que fue acelerado por «la vox populi en favor de las virtudes del padre Leo– poldo ... que se ha hecho más insistente, más documentada, más se– gura... Al coro espontáneo... ha tenido que rendirse el juicio de la Iglesia». En 1977 se emprendió la causa para la canonización. El cadáver de san Leopoldo se conserva en Padua. En el reco– nocimiento canónico del 24 de febrero de 1966 fue hallado inco– rrupto. Quedan también sus pocos escritos: 17 artículos publicados en la revista para los terciarios franciscanos del Véneto «Bolletino Francescano» (1907-1916), 220 cartas, 66 hojitas con el compromiso renovado en favor del ecumenismo. Queda sobre todo su celdita– confesonario. Se libró de las bombas que en el ataque aéreo del 14 de mayo de 1944 habían destruido la iglesia y parte del convento de los capuchinos. San Leopoldo lo había vaticinado: «La iglesia y el convento serán atacados por las bombas, pero no esta celdita. Aquí Dios ha derrochado misericordia con las almas. Debe perma– necer como un monumento de su bondad». Para dar testimonio de esta «bondad» de Dios se halla expuesta en un relicario, junto a la tumba, la mano derecha del santo. San Leopoldo Mandié -el hombre del «sí» a los superiores y a la Iglesia- vivió entre dos ruegos diarios e insistentes: Ut unum sint para la unidad de los cristianos; ego te absolvo para el perdón de los pecadores. El siervo de Dios Luis Stepinaé, cardenal arzobispo de Zagreb, en una carta fechada en Krasié el 26 de septiembre de 1959 lo defi– nió de este modo: «...Guía segura para la paz del corazón; él..., como pocos otros hombres de nuestro tiempo ha sabido, sobre todo a través del confesonario, llevar a Dios las almas tristes y abatidas por el sufrimiento». El papa Pablo VI en el discurso de beatificación, el 2 de mayo de 1976 lo definió así: «...En la semblanza de un humilde hermani– to una figura exaltante y al mismo tiempo desconcertante... Es un pobre, pequeño capuchino: parece sufriente y vacilante, pero tan
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