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312 »«...el Señor me dio ,hermanos» justificarse mostraba a los penitentes el crucifijo: «Es El quien per– dona, es El quien absuelve». «Si El me reprochara algo, le contesta– ría que ha sido El mismo quien me ha dado ejemplo y que yo no he muerto todavía por la salvación de las almas, como El real– mente sí lo ha hecho». «Si el Crucificado me echara en cara que tengo manga ancha, respondería: este doloroso ejemplo, Paran be– nedeto (Dueño bendito), me lo habéis dado Vos; ¡yo no he llegado aún a la locura de morir por las almas!». Sus penitentes le exaltaron a coro con testimonios como éstos: «una acogida singular», «la paciencia increíble», «la delicadeza im– perturbable», «jamás un arrebato, jamás una impaciencia», «un gran sentido de comprensión», «cortesía también para los más pobres y humildes», «un gran corazón», «siempre a disposición», «cantidad de humanidad al escuchar». Singular era la confianza y la tranquilidad que sabía dar a los penitentes. Repetía: «¡Tenga fe! ¡Tenga fe! ¡Fe!». A quienes se la– mentaban de sus culpas, les decía: «Esté tranquilo, póngalo todo sobre mis espaldas, asumo yo la responsabilidad». En una palabra, bajo la apariencia de severidad dálmata y de austeridad capuchina, en el padre Leopoldo latía un corazón que era todo comprensión y delicadeza. En defensa de la vida y de la justicia Confesor de ideas claras sobre la familia -que la quería, como está determinado por Dios, fundada en el amor, serena en la fideli– dad y unidad, abierta a la vida- se convertía en hombre riguroso ante los pecados contra el amor, ante los «NO» del nacimiento, ante los atentados contra la vida que nace. En contraposición, tenía preferencias de auténtica ternura para las madres y los niños. En favor de los niños huérfanos inspiró a una maestra de Rovigo que instituyese «Pequeñas Casas» para ellos, en donde pudiesen encon– trar un corazón y cuidados de una «madre». Ante una esposa, aconsejada por los médicos para que inte– rrumpiese el embarazo para sobrevivir: «¡No, no! -reaccionó el padre Leopoldo- ¡el Padrone Iddio (Nuestro Señor, Dueño) no quiere estas cosas! ¡Tenga fe! Todo se resolverá bien. ¡Tenga fe!».
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